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Les aseguro que intento compartir la visión optimista de personajes tan ilustres como el psiquiatra Luis Rojas Marcos y el mediático Punset, no les quepa la menor duda de que me reconfortan frases del tipo «aunque sepa que el mundo se acaba mañana hoy mismo plantaría un árbol» (Martin Luther King dixit), o la popular a mal tiempo buena cara. Soy consciente de que no se puede vivir para la queja y el lamento eterno y firmo aquello de que el que lucha puede perder pero el que no lucha ya ha perdido, créanme si les digo que no opto por el pesimismo radical e incontestable, ni he caído todavía en el escepticismo radical, al menos lo intento.

Dicho esto, para que quede clarito, no comparto tampoco la felicidad de la vacuidad, el vamos a ser felices por ser felices, es decir no me van las risas idiotas del que quiere sufrir menos refugiándose en el enredo del lenguaje para ver un rayo de sol cuando caen chuzos de punta, en general me parece que los libros de autoayuda solo ayudan a ganar dinero a quienes los escriben.

Si usted hojea este mismo diario verá que casi todas las noticias son malas o muy malas, uno debe buscar refugio en las páginas culturales o de deportes para encontrar una bocanada de aire que le dé un respiro de tanto drama sostenido, obviamente no es malo cerrar las fuentes de información de vez en cuando, pero no mirar no significa que no esté pasando.

Los que manejan el cotarro lo saben muy bien, muchas de las victorias que consiguen en su beneficio las consiguen por desgaste, saben que una huelga no puede durar infinitamente y que una manifestación, por histórica y multitudinaria que sea, no ocupará más que un par de días las portadas de los medios más o menos independientes, y un pequeño recuadro en los medios de comunicación serviles que también son unos cuantos, por lo tanto se sientan en su sofá público de cuero pagado con el dinero de todos los ciudadanos a esperar que esos ciudadanos se cansen y regresen a sus casitas, diciéndoles que no protesten tanto y que no sean tan amargados, que deben ser más felices y emprender el camino al arcos iris, como han hecho ellos medrando y tragándose todos los principios sin masticar.

Por lo tanto, queridos lectores, cuando me hablan del buen rollo, del ser siempre positivos, de ver la oportunidad donde otros ven el drama, les digo que todo eso está muy bien a partir como mínimo de los mil euros, por debajo de esa cantidad es muy difícil, casi imposible. Me explico, si una persona gana mil euros al mes, tiene una casa y un trabajo más o menos digno, puede atravesar dificultades evidentemente, pero con ese, raquítico, mínimo garantizado puede empezar a hablar de optimismo, de solidaridad, de ver el lado positivo de las cosas, de que se debe pelear, etc.

Sin embargo cuanto más nos alejamos de esa cifra hacia abajo más difícil se hace todo, cuando el hambre muerde el estómago propio o el de tu familia, cuando el banco te empuja a la calle después de haberte estafado, cuando los años de búsqueda de trabajo te comen la moral porque con cincuenta años ya eres viejo, cuando las suelas de los zapatos se agujerean, cuando a tu discapacidad le has de sumar la crueldad de un estado que se olvida de ti, ¿dónde puñetas se puede ver la botella medio llena, si la botella está hecha pedazos?. Un paseíto sobre las diez de la noche por la parte de atrás de los supermercados de este país y les aseguro que hasta a Rojas Marcos se le tuerce la sonrisa, porque en el fondo eso de la felicidad no es más que un negocio.