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Desde numerosos foros, medios y posicionamientos diversos se cuestiona, ya en serio y de forma descarnada (inquietante / alarmante dirán muchos), al denominado Estado del Bienestar. Las comodidades evidentes que éste ofrece nacieron en Europa al finalizar la Segunda Guerra mundial de forma coyuntural, no permanente, como respuesta a la situación económica, política, social y demográfica creada a raíz del enfrentamiento bélico. Así lo recalca la profesora de Ciencias Políticas y Sociales de la UNED Elisa Chuliá en una ponencia que se publicó este pasado verano.

La profesora Chuliá no se opone ni defiende el desmantelamiento del citado estado del bienestar sino que analiza sus consecuencias en el marco de la situación económica actual. Asegura que con los años se ha tendido a identificar derechos sociales con prestaciones sociales y asistenciales, y a asimilar a aquellos con subsidios y pensiones. Así, el aumento o la mejora de una prestación se ha presentado como una ampliación de derechos sociales y, siguiendo esa lógica, la reducción o eliminación de una prestación se denuncia «como la vulneración de aquellos derechos sociales, un deterioro de la ciudadanía, y a la postre de la calidad de la democracia».

Chuliá recuerda que el aumento de la longevidad, la emancipación económica y social de la mujer y el incremento de los niveles educativos de la fuerza del trabajo son definitivos en la contemplación de esa problemática. El salto de las mujeres al mercado laboral si bien ha servido para aumentar los ingresos fiscales del Estado ha llevado consigo un retraso de la nupcialidad, un descenso de la natalidad, y por lo tanto «una reducción de contribuyentes futuros». Además las mujeres han dejado, en muchos casos, de ocuparse de los miembros más vulnerables de la familia provocando un aumento de la inestabilidad estructural de las familias y originando nuevos gastos en la atención a esos mayores.

Por otra parte, la amplia oferta educativa pública y subvencionada ha supuesto «una ganancia agregada en cualificación de mano de obra» en una economía que no se ha sabido adaptar al mercado laboral gestando con frecuencia «desempleo y sobrecualificación».

En su ponencia, cruda y polémica, la profesora Chuliá recuerda que los denominados Estados del Bienestar, que «han procurado logros sociales de primera magnitud», desafían, no obstante su propia sostenibilidad (llevan su propia semilla de destrucción) al aumentar la carga fiscal del ciudadano a unos costes altísimos o, incluso, decididamente inasumibles en una situación de crisis. Escribe que «los países con más prestaciones sociales no son competitivos (se supone que para sus economías productivas) y que no se deben identificar derechos con prestaciones». También asegura que las economías de esos países tienen «desventajas competitivas frente a otras desregularizadas y menos protegidas socialmente» por lo que, a su juicio, es necesario ajustar (buscar el equilibrio) de manera tal que «se cumplan funciones sociales primordiales sin sofocar el crecimiento económico y la creación de empleo, y sin hipotecar el progreso del conjunto de la sociedad». El problema es evidente porque ¿qué se hace cuando uno quiere seguir comiendo langosta cada semana y ya no tiene dinero para poder pagársela?

Nota: S'imposició de s'estàndard barceloní està capolant sa nostra tradició menorquina. Rallar i escriure en pla no és cap gest d' incultura sinó més bé d'auto estimació. Prest se presentarà a Menorca es Foment Cultural de ses Illes Balears, una associació creada per ajudar a mantenir sa nostra riquesa cultural autòctona.