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JUEVES, 28
Prosigue inclemente la tortura china de los libros de memorias de ex gobernantes. El último, el presidente Zapatero (hay que tener coraje para leerse un libraco de un político tan insustancial). A la consabida impostura de las memorias destinadas a lavar y abrillantar imágenes corroídas por el óxido de las hemerotecas, en el caso de ZP se le añade la obscenidad incalificable de incluir un documento (la conminatoria carta de Jean-ClaudeTrichet, entonces presidente del Banco Central Europeo), que le fue reclamado inútilmente en el Congreso y que el ex utiliza ahora en provecho propio para vender libros, en clara demostración de la extraordinaria liviandad (también ética) del ser.

VIERNES, 29
Bajo el temporal, que aturde y agobia por su inusual duración, me da por reflexionar de forma aleatoria y hoy sobreviene lo que comentaba hace unas semanas Alex Grijelmo en «El País» sobre una frase publicada por un rotativo madrileño que había pasado inadvertida por todo el mundo pese a su flagrante (y cómica) incorrección: «Ayer por la mañana se practicó la autopsia al cadáver del fallecido». El chiste es muy fácil, puesto que uno se queda muy tranquilo de que las autopsias se practiquen a los cadáveres, y más aún si los cadáveres están muertos del todo. También reseña el articulista y brillante lingüista otra frase estelar aparecida en los medios: «A Luis Bárcenas le tomaron las huellas dactilares de los dedos de sus manos»… Como si a veces se tomaran de los glúteos, pongo por caso.

Estadios completamente abarrotados, retos difíciles, espejismos falsos, unanimidades de todos los grupos son varios de los pleonasmos al uso que acaban deteriorando las palabras originales. Y es que me he dado cuenta que ya nadie reanuda nada sino que lo retoma, que las cosas no terminan ni finalizan (un partido de fútbol, preferentemente), sino que finiquitan, que ya no hay rigor sino rigurosidad, que nadie queda impresionado sino fascinado ( menuda cursilería), que casi nadie reflexiona sino que autorreflexiona, algunos se autosuicidan ( sí, sí, se ha dicho en los medios) y cualquier logro es increíble o espectacular o histórico, aunque se trate de un campeonato de la alpargata o una cata de aceite. Y eso por no hablar de la difícil cohabitación catalán-castellano de los que dan soporte o soportan en vez de, simplemente, apoyar… (Continuará)

SÁBADO, 30
Leo sobre el asunto escocés, que también es catalán y llego a alguna conclusión: los ingleses, casi siempre políticamente sabios (pragmáticos) empezaron por autorizar la pregunta escocesa por la independencia quitándole todo el hierro emocional, como si despacharan un proyecto de ley sobre la cría del pingüino. Una vez anestesiado el problema ahora empiezan su particular tratamiento a base de duchas…escocesas. Que si acaban yéndose les tratarán como a cualquier otro país extranjero, que a ver qué moneda van a tener, que los barcos de la armada no tienen por qué ir a un astillero escocés si es extranjero... Es decir, dosis crecientes de realismo, emociones las mínimas. Envidia cochina.

DOMINGO, 1
Trato de recuperarme del shock de haber contemplado ayer en la gran pantalla el insólito orgasmo de una espléndida Cameron Díaz espatarrada en el parabrisas de un ferrari, al que se trajina como si fuera un colegial asustado (lo único interesante, amén de algún que otro pretencioso diálogo, de la película «El consejero»), mientras asisto atónito a la persistencia del temporal (esto solo pasaba con Franco en el poder, empiezo a estar escamado). Lectura positiva: en otros lares, siempre están así, lo que refuerza mi vocación de la Menorca way of life…

LUNES, 2
Si la cena despedida a la doctora Araceli de Prada, un prodigio de serenidad y solvencia en el quirófano en tiempos de cirugías heroicas, agitó el pasado viernes el refugio de mi memoria al reencontrarme con tantos viejos compañeros de hospital (a los jóvenes presentes les parecería una reunión de la tercera edad), en la entrevista de hoy de JJ Quetglas, otro ilustre veterano que no ceja en su ilusión periodística y a quien me unen tantas vivencias, el flash back se hace vertiginoso.

Profundizo en ello cuando Araceli centra el cambio de paradigma médico en la cirugía de las cataratas, en aquellos tiempos operadas bajo anestesia general, cosidas las incisiones con más de media docena de puntos y hospitalizados cinco días, y hoy intervenidas con gotitas anestésicas, ¡sin sutura!, y alta en un par de horas, giro copernicano que comenté hace unos años en el Ateneo en una conferencia, «Las cataratas y sus metáforas», en la que explicaba este vertiginoso salto desde el siglo XIX al XXI en solo veinte años y en el que los oftalmólogos de mi generación nos dejamos jirones de sobresaltadas neuronas…