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En la primera entrega de «El señor de los Anillos» dirigida por Peter Jackson, la Comunidad dirigida por el mago gris toma la decisión de seguir su viaje a través de Minas Moria. Mientras esperan a que Gandalf adivine la contraseña para entrar en el antiguo reino de los Enanos, la compañía sufre el ataque de un pulpo gigante que intenta apresar a Frodo, el pequeño hobbit que porta el Anillo Único. Después de una encarnizada batalla, los nueve consiguen escapar y se adentran en la fortaleza de Minas Moria. Cuando piensan que ya ha pasado el peligro, el pulpo gigante derrumba parte de la montaña y bloquea la salida. Encerrados, sin luz, en mitad de un lugar desconocido, Gandalf se dirige a la compañía y les dice: «Ahora solo nos queda una opción: enfrentarnos a la larga oscuridad de Moria». Los nueve compañeros emprenden el camino por las tenebrosas galerías durante varias jornadas. Al cabo del tercer día llegan a una bifurcación. ¿Era por la derecha? ¿O quizá por la izquierda? Mientras el mago cavila sobre el camino correcto, el pequeño hobbit se sienta a su lado. ¿Qué hacía enrolado en una aventura tan peligrosa? ¿Por qué tenía que cargar con la responsabilidad de salvar a la Tierra Media? Si solo era un hobbit... ¡un amante de la buena mesa y del mejor reposo! Al cabo de un rato, Frodo le dice al mago: «Ojalá el Anillo nunca hubiere llegado a mí. Ojalá nada de esto hubiera ocurrido. Gandalf, viendo que el hobbit se hundía cada vez más en el pesimismo, le anima diciéndole: «Eso desean quienes viven estos tiempos... pero no les toca a ellos decidir. Lo único que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado. Hay otras fuerzas en este mundo, Frodo, además de la voluntad del mal».

Al igual que la Tierra Media, vivimos tiempos oscuros, de miedo e incertidumbre. Es posible que muchas personas -si les hubieran ofrecido la posibilidad- no hubieran elegido este momento para desarrollar su vida. No son pocos los problemas que azotan nuestro mundo desde que se iniciara la actual crisis. Sin embargo, ¿qué hubiera sido de la Humanidad si nos hubiéramos rendido en el primer asalto? Hace millones de años vivíamos en cuevas, íbamos de un sitio para otro, no teníamos más que a nuestra familia, al jefe de la tribu, unas armas y algo de comida y conseguimos tirar para adelante. Ciertamente, no sabemos qué pensaron nuestros antepasados cuando las cosas se ponían feas -poca comida, malas cosechas, enfrentamientos con otras tribus-, pero lo que está claro es que no tiraron la toalla. Tampoco se rindieron los burgueses que lucharon contra Luis XVI para conseguir un poco más de libertad, igualdad y fraternidad. O los hombres y mujeres que siguieron trabajando después del crack del 29 para ofrecer un mundo algo mejor a los que vendrían después. O aquellos otros que, venciendo a la desesperación, se enfrentaron a los totalitarismos durante el siglo XX para conseguir que cada uno pudiese construir su vida de la forma que mejor le pareciera sin sujetarse al canon impuesto por un líder supremo.

Las palabras de Gandalf nos recuerdan que nosotros no elegimos el tiempo que nos toca vivir. En cambio, sí tenemos la responsabilidad de decidir qué vamos a hacer con ese tiempo -tan corto, delicado, casi inapreciable- que discurre dentro de la Historia con mayúsculas. Si queremos vivir en un mundo más ético, más responsable y más solidario, hay que ponerse manos a la obra. Se trata, en definitiva, de un objetivo común. ¿Acaso alguien quiere que sus hijos vivan en mundo más injusto, más corrupto y más desigual? El impulso de este proyecto no es otro que el poder de la ilusión, una fuente de energía renovable que se encuentra presente en nuestros sueños y que tiene la fuerza de guiar nuestras aspiraciones hacia su objetivo. Bastará con que cada uno de nosotros haga algo positivo -aunque sea minúsculo- para mejorar el mundo en el que vivimos. Quizá no sea gran cosa. Sin embargo, será mejor que la indiferencia pues -como decía el músico Pau Casals- «la vida es peligrosa no solo por las personas que hacen el mal, sino sobre todo por las que se sientan a ver lo que pasa».