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Hace tiempo que venimos dándonos cuenta de que la formación universitaria no es la panacea para encontrar empleo. Existen ahora muchas más salidas que años atrás, antes de decidirse a emprender el largo camino de una carrera superior, que pueden resultar atractivas y prácticas para los jóvenes que ahora tienen que elegir. La estadística de universitarios en paro, cifra que se ha triplicado en los últimos seis años en Menorca, viene a confirmar esta tendencia.

No se trata ahora de echar por tierra todos los esfuerzos para frenar el abandono y el fracaso escolar; de hecho, las mismas cifras de los servicios de ocupación dejan claro que aparcando los libros tampoco hay futuro laboral. Si un 6,7 por ciento de los parados contabilizados el pasado noviembre corresponde a universitarios, el panorama es mucho peor para aquellos que no tienen estudios primarios, que suponen un 20,7 por ciento de los desempleados inscritos el mes pasado.

La formación profesional, tantas veces denostada, gana cada vez más posiciones; permite a los jóvenes adquirir unas capacidades -necesarias para desenvolverse en un centro de trabajo-, que en la universidad se tarda mucho más tiempo en adquirir, porque se trata de una inversión a mucho más largo plazo, valiosa, pero que tal vez hemos idealizado y a la que, se puede llegar por diferentes caminos educativos. Recientemente el cónsul suizo en Barcelona exponía en la isla el modelo de su país, de éxito, y que él mismo siguió para iniciarse en el sector de la banca y después, hacer carrera diplomática. Allí dos tercios de los jóvenes eligen una formación profesional dual cuando terminan la educación obligatoria. Un ejemplo a seguir que requiere la implicación real de responsables educativos, centros y sobre todo empresas.