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Cuánta razón tenía Dino Gelabert-Petrus cuando en uno de sus recientes artículos (domingo 8 de Diciembre) comentaba lo alejados que aparecen nuestros políticos de aquel ideal que ahora imaginamos más realizable tras repasar la vida de Mandela con ocasión de su óbito.

Siguiendo esa línea de pensamiento, me gustaría referirme a algunos de nuestros campeones en esas materias en que destacó el fallecido líder, a saber: integridad política, coherencia personal, entrega generosa y visión de futuro. Comenzaré entonces por la «A».Dejando a Aznar aparte, por ser sus méritos en este terreno sobradamente conocidos y admirados de oficio por toda alma sensible a la modestia y la bondad que el personaje exhala, podríamos abrir brecha con Artur Primero de Cataluña; Mas de nombre y apodado «Menos» por su habilidad con la resta, que resulta de su afición a traspasar sus votos a la competencia.

De sí mismo dice que cree ser odiado por muchos, aunque posiblemente el escenario sea algo más crudo, esto es, quizás sin ser tan odiado como supone , tenga en cambio una gran probabilidad de ser recordado por las generaciones futuras como un personaje asaz desacertado que, buscando emparentarse con Gandhi montó un pollo descomunal mientras conducía a su partido (en tiempo record) desde la cresta de la ola hasta los arrabales de la marginalidad; imaginamos que se sentirá un poco incomprendido, pues razonará que no siendo insalvables sus diferencias con Mahatma, a éste sin embargo le amaba todo el mundo.

Podríamos pues describir (metafóricamente) a Mas como aquel hombre que, enamorado de una sirena, y con afán de conquistarla, la obsequió -un tanto inconvenientemente- con un hermoso par de zapatos.
Con la «Z» tenemos varios atletas del ramo.

En efecto, el Gran Zapatero sin ir más lejos puede destacar en este certamen tanto como el que «Mas». Su bonhomía tan particular quedó perfectamente de manifiesto a través de su enternecedor indulto a Alfredo Sáenz, vicepresidente a la sazón del Banco de Santander. Tampoco se le dio nada mal lo de colocar en su libro autobiográfico-autoexculpatorio la hasta entonces oculta carta de Trichet con la esperanza (imaginamos) de introducir un elemento pretendidamente jugoso que hiciera más vendible el tocho, compuesto básicamente (aventuro) por diferentes clases de áridos teñidos de rosa.

Pero con la «Z» aparece también un émulo de Mandela que no deberíamos olvidar, pues puso el listón muy alto cuando afirmó ante un micrófono (que él creía cerrado, of course), que estaba en política para forrarse (creemos que lo consiguió). Tal es el legado inmaterial que dejará a la historia de la humanidad el evanescente Zaplana, cima de la honestidad política.

Entremedias tenemos todo un alfabeto.

La «C» de Cascos, personaje sanote, capaz de ignorar toda conveniencia personal por defender (casi con la tenacidad de Mandela) sus profundos ideales, renunciando siempre a sus humildes aspiraciones íntimas, si ello hiciera falta, para facilitar a sus administrados el camino de la dicha.

También la «R» de Rajoy, quien se asimila prácticamente a Mandela por sus demostraciones de fidelidad a los amigos, a muchos de los cuales ha tachado en repetidas ocasiones precisamente de intachables. Destacamos entre los admirados de Mariano, así a bote pronto, a Fabra, Matas, Camps, Barcenas,Galeote, y tantos otros altos representantes de la flor y nata que compone el club de los íntegros de libro. En la «T» tenemos a Trillo, digno de figurar en la lista top cien de personajes capaces de dejarse la piel por defender a los suyos (al modo Madiba) como en el caso del Jak-42. Personas así dejan huella indeleble en el recuerdo de una nación durante generaciones.

Sin duda gozamos de una amplia representación en cada una de las letras restantes del abecedario, aunque lamentablemente no dispongo de espacio para completar el elenco, por lo cual dejo que ustedes rellenen los huecos con sus candidatos favoritos. No dudo que los encontrarán sin ninguna dificultad; los hay a patadas.