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El pasado martes, 10 de diciembre, el mundo asistió al funeral de Nelson Mandela, Madiba. Fuimos testigos de un montón de detalles: la primera dama danesa haciéndose fotos con Obama, y Michelle con cara de enfado; el mismo presidente de EEUU saludando a Raúl Castro; las viudas de Madiba besándose y juntas, Graça y Winnie; y el falso traductor de signos.

Pero para mí lo importante era la imagen poderosa de un acontecimiento que se han ganadado los negros. No era de esclavitud, ni una peli norteamericana, ni imágenes de guerras, ni matanzas, ni pateras, ni deportistas, ni fichajes de élite. Los ojos del mundo presenciaron una ciudadanía negra organizada, con personalidad, con dignidad, el resultado de la lucha del Premio Nobel de la Paz de Mandela. No eran imágenes que los medios nos tiene acostumbrados a retransmitir: parlamentos, congresos, idas y venidas de presidentes de piel blanca, amarilla que deciden sobre nuestro futuro económico.

La verdad es que me impactó, y será una de las imágenes que recordaré siempre y con cariño. Hombres y mujeres vestidos con un mismo sentimiento, honrar el trabajo de su presidente sudafricano. Pero hablemos del color negro, un tono que deseamos la mayoría de las personas en nuestra vida diaria. A la hora vestir por la noche es un clásico.

En el día a día elegimos colores oscuros tirando a negro para no destacar y no anunciar que somos más felices que el vecino. De luto. Los coches hay más variedad, pero el negro hace al coche ser elegante. El esmalte de uñas negro es lo más. El móvil. Y un sinfín, seguro, de color negro que elijes en tu día a día. Pero es curioso cuando este color se representa en las películas, dibujos, en índices bursátiles, en tráfico, adquiere una connotación negativa. El negro es el malvado, la oscuridad, el declive. Analicemos: negro minoría que se abre a un mundo de igualdades (África); negro elegancia (moda); negro maldad, deterioro (pedagogía). Mezclarlos sería un error. Y cambiar la tercera opción sólo un devoto del surrealismo se lo podría permitir aunque al cerebro le cuesta entender el cambio de roles. Lo que sí cambian son los pequeños colectivos que en la sombra van haciendo para salir un día con fuerza. Como aquel día en el funeral de Madiba Matata como lo bauticé aquella mañana. Por la alegría que tienen los negros en manifestar su dolor. Un dolor que se transforma en luz porque les ha dejado mucho su compatriota, una ruta trazada que deben de seguir sembrando y trabajando para un futuro mejor que este presente.

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