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Con cada final de año llega el momento de reflexionar sobre todo lo que hemos vivido durante estos doce meses. Siendo conscientes de que aún estamos metidos en una grave crisis económica a nivel mundial, que ha afectado a todas las familias de nuestro país y, a la vez, deseando dejarla atrás junto al año que acaba. Sin perder la esperanza, viendo noticias positivas y alentadoras que nos recuerdan que no todo está perdido, que en estos días especiales hay mucha gente solidaria que se preocupa por los que lo están pasando mal, y que ponen su granito de arena para que niños y no tan niños puedan disfrutar de estos días.

2 el año 2013 ha evidenciado que existe una grave desafección ciudadana hacia todo el sistema político actual. Cualquiera con dos dedos de frente puede entender los motivos y hacerlos propios, ya que están más que justificados. Éstos deben hacernos reflexionar a todos y a todas, ya que no podemos ni debemos olvidar que las decisiones que tomemos hoy afectarán no solo a nuestro futuro, sino también al de las generaciones venideras.

Como sociedad, no nos podemos resignar ante la lacra llamada corrupción, ni con todos aquellos que, aprovechándose de su poder, se han dedicado a obtener beneficios personales a costa del dinero público, que es de todos los ciudadanos. Para ellos, se llamen como se llamen, sean de dónde sean, solo les queda el camino de la justicia, que tiene que ser dura y ejemplar.

Debemos exigir que la gestión de las decisiones políticas tenga unas responsabilidades. Es innegable que durante los años de bonanza económica se ha producido un despilfarro de recursos públicos y que ahora nos echamos las manos a la cabeza. Destinar cantidades exageradas de dinero gubernamental a obras faraónicas innecesarias, como aeropuertos sin pasajeros o autopistas sin coches, son ejemplos que no se pueden volver a repetir. También deberíamos pensar si vale la pena gastarse todos los ahorros de un país en inversiones cortoplacistas, como el conocido Plan E, en el que se despilfarraron millones de euros tan solo en los famosos carteles de propaganda, y que en muchos caso sirvió para volver a hacer obras en calles que hacía poco tiempo se habían arreglado. Mucho trabajo para unos meses, pero nunca pensando en la deuda contraída en un futuro, es decir, pan para hoy y hambre para mañana.

El político actual no puede levantarse un día cualquiera y hacer lo que le dé la gana, saltándose las reglas y leyes a su antojo, por mucho que diga que lo hace por un bien mayor. Ya que, tarde o temprano llegan las consecuencias que todos conocemos y pagamos, ya sea en los tribunales o mediante otra administración que acaba cargando con los platos rotos, y ésto no va de colores políticos.

(*) El autor es vicesecretario de Organización del PP - Menorca

Twitter: @CristobalMP