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Recuerdo el sueño del faraón: siete vacas flacas se comían a siete vacas gordas, y lo mismo ocurría con siete espigas menudas y marchitas respecto de siete espigas hermosas. Según la interpretación de José habían de venir siete años de abundancia en que Egipto debía ahorrar para los siete años de hambre. Me figuro que ahora mismo en nuestro país estamos en los siete años de hambre. Pero parece que más que siete sean setenta. Es curiosa esa recurrencia del siete, debida al parecer a las observaciones de los astrónomos antiguos. Siete días de la semana, siete notas musicales, siete pecados capitales, siete mares, siete sabios de Grecia, siete sacramentos, siete maravillas del mundo, siete enanitos, siete magníficos, siete arcángeles, siete vidas del gato y siete navidades. Porque el refranero aconseja: no alabes ni desalabes hasta siete navidades. Toda prudencia es poca.

En catalán decimos: no diguis blat que no sigui dins el sac i ben lligat. Sin embargo el gobierno de Mariano Rajoy viene anunciando desde hace algún tiempo que ya hemos salido de la crisis. Por lo que hace al gobierno de Artur Mas lo que anuncia es que el referéndum de autodeterminación se celebrará en noviembre del año que está a punto de empezar, 2014. Año nuevo, vida nueva. Por fortuna Esquerra Republicana nos ofrece a los isleños la posibilidad de tener doble nacionalidad en una futura Catalunya independiente. No sé si en política es bueno alabar o desalabar antes de que pasen siete navidades, ni si es efectivo decir blat antes que esté dentro del sac y bien lligat. Pero yo diría que no. Da pena el hecho de que los políticos a menudo no puedan cumplir sus promesas. Puedo prometer y prometo, decía Adolfo Suárez. Mejor que eso se me antoja decir: "Haré lo que pueda" Resulta muy poco ético que Mariano Rajoy no pueda cumplir sus promesas electorales. Resulta patético que en la ópera rock Evita Perón diga con sorna: "Al fin y al cabo no está tan mal cumplir una o dos de las cosas que prometimos" Seamos serios. Digamos las cosas que hemos conseguido, no las que tenemos intención de conseguir, porque del dicho al hecho hay un buen trecho.

Sin embargo en Mateo 18, 21-19, 1 Jesucristo aconsejaba perdonar no siete veces, sino setenta veces siete. Y como entonces no había calculadoras los predicadores de mi tiempo concluían: perdonar siempre. Ustedes se preguntarán cuál es mi tiempo. Mi tiempo y el suyo -su tiempo y el mío, diría Miguel Hernández- es el que nos queda por vivir.