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Si el calendario no me engaña hoy es día seis de enero, festividad de los Reyes Magos: pura ilusión. Anoche me acosté pensando en esto, en que sin ilusión no se puede vivir. De esperanzas vive el hombre, pero muere de desilusiones. El que vive de ilusiones muere de desengaños. Sin embargo siempre recuerdo una película de Charles Chaplin en que los presos condenados a cadena perpetua se ilusionaban y reían con las películas cómicas del domingo por la tarde. Hubo un tiempo en que la disciplina férrea en que nos educaron dejaba poco espacio a la ilusión. Sólo tenías que desear algo para que te dijeran que no; todo parecía prohibido. Alguien dijo que todo lo bueno o era pecado o engordaba. Sin embargo no había muchos gordos en la época de la que hablo. Pero mi madre aseguraba que teníamos todo lo que queríamos, que cuando era pequeña los Reyes Magos le echaban una ollita de juguete, de barro cocido, y que con eso ya era feliz. Claro, la felicidad debe de ser eso, conformarse con lo que uno tiene, ceñirse a la realidad y no hacerse ilusiones vanas, pero sin renunciar a la esperanza, que también es sinónimo de ilusión.

Yo creo que el ser humano nace con la idea de que una ilusión mágica alienta debajo de la vida. Los niños creen en los Reyes Magos aun cuando dejan de ignorar que todo es un montaje de los mayores. Otros creen en elcaga tióde Catalunya y dan de bastonazos a un pobre tronco para que les reporte regalos. La ilusión de lo imposible. Otros creen en Papá Noel o en Santa Claus. Otros, ya mayores, sueñan que les va a tocar la lotería, o una primitiva que les permitirá comprar lo que anhelan. El otro día me dijo un amigo mío que a ver qué premio era el que me faltaba por ganar, y yo le dije que el premio de la Primitiva, que ese se me resistía. Por la cara que puso creo que me pasé de listo, porque él se refería a premios literarios. Ésos también son pura ilusión: ilusión de que hay suficientes lectores para cubrir los gastos del premio, que a menudo tienen que ser sufragados por varias entidades culturales. Creo que Valentí Puig lo definió muy bien cuando dijo que el premiado en un concurso literario era como "Reina por un día", el personaje de un antiguo programa de televisión. Ya ven, la televisión con sus concursos, los equipos de fútbol con sus cracks, incluso las religiones tiran de la ilusión, que es el motor de la vida, y cuando llega la muerte aún tenemos la ilusión de seguir viviendo aunque sea en el cielo.