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Un espeso manto de niebla está cubriendo las noches y los amaneceres de nuestra Isla, transformando el paisaje hasta prácticamente ocultarlo. Más allá de captar la atención de los fotógrafos y de las consecuencias que el exceso de humedad provoca en la salud de no pocas personas, este fenómeno puede servir de metáfora de los tiempos de tinieblas en los que nos movemos.

Tras la tregua de las fiestas navideñas y las celebraciones por el cambio de año, las noticias que nos golpean a diario son coletazos de 2013 que no acaban de cerrarse o se agrandan. Es como si la niebla nos desorientase a la hora de encontrar una solución a los problemas que afectan directamente al ciudadano. El último baremo del CIS hecho público ayer reflejaba que el pesimismo sigue anclado en la sociedad. El paro y la crisis económica siguen afligiendo a los españoles. Y es por ello que el resto de preocupaciones, como la corrupción, suben enteros: «Yo lo paso mal mientras otros se llenan los bolsillos». La crispación aumenta al leer las noticias sobre los casos Noós o Palma Arena, que salpican a nombreilustres.

La escasa habilidad política para acabar con conflictos como el de la educación o la lentitud de la justicia para hacer, precisamente, justicia es lo que exaspera al personal. Es entonces cuando se produce un batiburrillo de quejas que parece inundarlo todo: el lío del dragado del puerto de Maó, el proyecto de la carretera general, la reforma del PTI, el clamor contra los desahucios... y ahora las advertencias sobre si la intervención humana está poniendo en peligro la Reserva de la Biosfera.

Parecemos hámsters dando vueltas a una rueda que no lleva a ningún sitio. O se actúa como la tramontana o en 2015 seguiremos cegados por la misma niebla.