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La semana pasada, si pasaron lista en las páginas del miércoles del diario, yo no estaba. Y es que la salud desde luego es lo más importante. Es verdad, el cuerpo es la cárcel del alma como dice Platón. Tu mente, tu alma van por un lado y tu cuerpo por otro. Y te crea una impotencia abismal. Entiendo en esos momentos al que está enfermo y vale la pena reconocer que muchas veces se trata de luchadores, estoicos, fuertes. Ya ves, fui a urgencias a que me pusiera suero y el hecho de estar con la bata oficial, bajo una luz de neón fría en una pequeña habitación blanca donde entraban y salían agradables enfermeras y un buen médico me dio un pequeño ataque de pánico. En esos momentos mi mente se fue a rincones del pasado que me hicieron sufrir y no era capaz de controlar, me sentí indefensa, pequeña. Y eso que me acompañaba un cuidador que estuvo de diez. Y piensas profundamente en los crónicos y en sus cuidadores (familiares, profesionales del medio). Del copago, de las no ayudas, de las listas de espera, del sanitario que cobra menos su salario, y se le pasan más enfermos.

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Quería irme, escapar con mi gabán de sueros pero a dónde quería ir, dónde esconderme y empezar de cero. Era inútil solo estaba en mi mente y en mi voluntad de rectificar mi conducta y contribuir mediante las palabras al apoyo incondicional del enfermo. Es un buen ejercicio verte ahí, en el lugar del otro. Y si experimentas lo más mínimo, si eres sensible, aunque sea solo porque te pongan suero para hidratarte, es que ya entras de cabeza a entender la lucha del que está postrado, en silla de ruedas, enganchado a máquinas,… Por otro lado, los que estamos en la gracia de estar bien de cuerpo y mente tenemos la obligación sincera y solidaria de ayudar a esas listas de espera a que se hagan pequeñas practicando desde que eres un niño medicina preventiva. Cuidar la alimentación, evitar la obesidad. Hacer ejercicio. Incluso cuidarse con cremas. Leer, estimular el cerebro haciendo cosas que nos llenen de alegría. Cuidar nuestra mente. Qué importante es sentirse bien para poder viajar, trabajar, quedar con los amigos, hacer una excursión, perderte en un museo,… Mi padre siempre me lo dice, «nena, me cuidaré en la medida que pueda para no ser una carga el día de mañana». Él tiene 63 años, es el que me pone las pilas. Hace deporte, cuida su alimentación, se hidrata la piel. Tiene buen sentido del humor, está activo mentalmente con números, con historias,… y lo mejor de todo que cuando le presento nadie se cree la edad que tiene siempre le echan menos. ¡Otro brindis por la Salud!