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Vuelvo a mancharme de crudo las manos y es que la repetición, a veces, es la mejor manera de conseguir que las ideas cristalicen. Otras veces funcionan los desnudos, y los famosos y no tan famosos ya se han apuntado a salvar Ibiza ligeros de ropa en las redes sociales. Todo sea por la causa, y Menorca ha de estar preparada para lo que pueda venir: el Mediterráneo bien vale un posado, ¿no? La repetición, decía, es un arma contra la desmemoria, ya lo demostró el visionario Italo Calvino en Las ciudades invisibles: «De la ciudad de Zirma los viajeros vuelven con recuerdos bien claros: un negro ciego que grita en la multitud, un loco que se asoma en la cornisa de un rascacielos, una muchacha que pasea con un puma sujeto con una traíla. En realidad muchos de los ciegos que golpean con el bastón el empedrado de Zirma son negros, en todos los rascacielos hay alguien que se vuelve loco, todos los locos se pasan horas en las cornisas, no hay puma que no sea criado por un capricho de muchacha. La ciudad es redundante: se repite para que algo llegue a fijarse en la mente».

Con esa estrategia de repetir hasta la saciedad se van consiguiendo victorias en esta España que desmonta derechos básicos y el propio progreso a base de decretos leyes y ambiciones personales de los que mandan (obedeciendo órdenes de los que de verdad mandan). Esas victorias, propias de una democracia madura y no al revés, como nos intentan hacer creer, se llaman por ejemplo Gamonal, Plataforma d'Afectats per la Hipoteca o Sanidad Pública madrileña que tras sus protestas (esas que también quieren exterminar con su Ley de Inseguridad Ciudadana) van consiguiendo tirar por tierra los objetivos de la casta política, financiera y mafiosa.
La desesperada esta carrera de los últimos días de mandato del Partido Popular por querer imponer su ideología rancia e hipócrita, que va pretende incluso volver a controlar la decisión de las mujeres sobre su propio cuerpo, me recuerda a esa otra carrera frenética de las empresas interesadas por querer encontrar los últimos yacimientos de hidrocarburos en un tiempo en el que la energía ha de seguir la senda de las renovables. Sin ir más lejos, la Unión Europea acaba de aprobar un nuevo plan energético que establece una disminución de un 40 por ciento en las emisiones de gases por parte de combustibles fósiles y un 27 por ciento de aumento en el uso de energías renovables para el año 2030. ¿Hacia dónde camina España, entonces?

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«Si amas el Mediterráneo, sus costas y sus playas, su valiosa fauna y flora; si no quieres ver plataformas petrolíferas en el mar cuando miras al horizonte; si no deseas encontrarte petróleo contaminando las aguas o ensuciando la costa; si no deseas la muerte de cetáceos, tortugas y aves marinas, o la desaparición de la pesca, entonces firma esta petición». Así reza la recogida de firmas que ha lanzado la Alianza Mar Blava en el portal Change.org dirigida al Ministerio de Medio Ambiente para que «emita una Declaración de Impacto Ambiental negativa de este proyecto». Además de la campaña virtual, recogen alegaciones contra el proyecto de la empresa Cairn Energy, cuya primera fase (la de los ya famosos y destructivos sondeos acústicos) está aún en periodo de información pública. Para encontrar las instrucciones y firmar las tres copias por persona que se requieren se puede entrar en su página web y seguir los pasos para su envío correcto (alianzamarblava.org/es/blog/alegar-proyecto). El último día para su presentación es este jueves 13 de febrero así que, para los que aún no han firmado, no hay tiempo que perder para para evitar este atentado contra el ecosistema del Mediterráneo y como consecuencia, contra la economía de Balears con un impacto directo, además de la sangría medioambiental, en sectores como el turismo o la pesca. La apuesta, insisto, y no me importará insistir cada martes, ha de ser la de la investigación y la implantación de las energías renovables (y no obstaculizarlas, como hacen en la España de los pasos hacia atrás) y que permitan el uso de sistemas limpios y sostenibles, por mucho que le pese a las eléctricas y a todos sus primos del sector, que devuelven a los políticos los favores en forma de puestos remunerados bastante por encima del salario mínimo (recordemos que en este país se ha congelado en 645,30 euros). Estamos tan hartos y es ya tan evidente que la desesperación aflora y cuando eso pasa, como la ilustrada Ana Botella advierte/sospecha, llegan las revoluciones, es decir, los cambios.

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