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Me encuentro con un amigo en el supermercado y me dice: «¿Cómo es que vas todo de negro, como mi padre?» Me doy cuenta en seguida de que tiene razón: debo de tener un aspecto como el de mi abuelo, o mi bisabuelo, uno de aquellos hombres pasmados ante la lente del fotógrafo, con sombrero negro calado hasta las cejas, barba blanca y chaqueta negra, uno de los que sólo se ponían ese atuendo los domingos para ir a misa o cuando tenían que posar para un retrato en casa del fotógrafo.

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Mi abuela también vestía de negro, con pañuelo negro en la cabeza y cabello completamente blanco. Entonces las viejas podían tener sólo cuarenta años, que era la edad en que algunas mujeres quedaban viudas y vestían de negro para observar el luto, que ya no se quitaban hasta la muerte. Ahora, en cambio, las chicas visten de negro desde su primera fiesta con vestidito de tirantes, y la moda parece haber descubierto el lindísimo contraste de la piel blanca bajo la ropa negra, y la esbeltez que confieren los trajes oscuros. Ya no tenemos que llevar luto para vestir de negro, entre otras cosas porque nadie lleva luto por nadie.

Ahora el luto se lleva en la cabeza. Pese a que muchas mujeres renuncian a teñirse, para evitar que «cante» el pelo moreno con la piel arrugada por la edad, aún sigue habiendo mujeres, y también hombres, que llevan el luto en la cabeza con un pelo escandalosamente negro. Eso sí se echa de ver en las jovencitas, porque del mismo modo que antes las mujeres se volvían rubias con la edad —con el tinte– hoy las jovencitas se vuelven negras como el carbón por los caprichos de la moda. Lo bueno es que en la Edad Media sólo las prostitutas lucían espléndidas melenas sueltas, sin velos ni pañuelos que las cubrieran, y estaban obligadas además a vestir ropas de colores alegres, tan alegres como la vida que llevaban, supuestamente. No sé si será por eso que en francés dicen fille de joie (literalmente chica de alegría) para designar a una prostituta. Claro que en la Edad Media no se lavaban ni cuando tocaba —que en los años cincuenta era los sábados–, ni llevaban ropa interior bajo los gruesos mantones con que se cubrían, por lo que era aconsejable que llegaran generosamente hasta el suelo para evitar efluvios innecesarios. Por cierto, ¿saben por qué los hombres no se tiñen tanto como las mujeres? Porque pierden el pelo. ¿Y saben por qué las canas son signo de que uno no va a quedarse calvo? Porque los calvos ya no pueden tenerlas. Pisa, morena…