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El camino, los caminos,... nombre que inspiran a poetas, escritores, cantautores, y pintores. Tuve el gusto de recorrer la exposición que aún se mantiene de Paul Cézanne, el padre del modernismo, en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Naturaleza y paisaje. Y de repente una sala repleta de caminos, ventanas enmarcadas de caminos en los que podías detenerte y sentir cosas.

Como lo que me pasó con «La curva del camino» (1900-1906). En sí el cuadro es sencillo: un camino abierto que te invita a emprenderlo con él, solo, con acompañante, con amigos, ... con su consecuente curva, y al frente te espera una frondosa naturaleza cuajada de árboles. ¡Grandioso! El autor explica que los caminos le fascinaban porque siempre esconden algo, ¡nunca sabes qué hay detrás de una curva! Y es verdad, no caes hasta que alguien te lo explica. Y precisamente tenía que ser Cézanne con cien años de diferencia. Su mensaje me entra por los ojos, y lo siento. Después soltando la mano del autor me apropio de la curva que ya es mía y a lo lejos vislumbro un árbol rojo en punta, me da el capricho que es un ciprés que llama mi atención. Es mi objetivo.

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Y ya sé que cuando lo alcance, cuando llegue -a través de ese camino y sus curvas que me depararan aventuras unas dulces, otras amargas, otras insípidas-, cargaré mi mochila de experiencias. Y cuando lo toque, lo palpe y lo abrace hasta llegar mis yemas de los dedos a este ciprés colorao sabré que debo seguir eligiendo y haciendo mi camino de vida asumiendo con entereza sus curvas y sus sorpresas, aventuras; que tras la curva puede haber sus rectas; sus irregularidades; sus adoquinados; su asfalto; sus piedras; sus flores; sus líneas; sus transeúntes; sus animales; sus insectos; sus olores; sus alimentos; sus desiertos; sus vergeles; su maleza; su agua, viento, fuego, tierra ora arcillosa, ora polvorienta... metáforas de vida que nos enriquecen y curten el alma, cuerpo y rostro. Caminos donde doblas la esquina y por cada ángulo has de estar preparado para lo que te viene.

Por eso no hay que dejar de caminar unas veces irás rápido; otras lento; otras te detendrás, te tumbarás; otras cojeras ritmo, correrás; otras te caerás, y te levantarás. En ese camino te acompañará la respiración para escuchar que estás vivo y que sientes, para llegar el día en que alcances el punto exacto donde quieres estar y, observar los caminos de tus arrugas y, contar a los que vienen detrás que cada pliegue de tu piel fue un camino con su curva que absorbiste para poder donarlo como herencia de sabiduría.

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