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La tarjeta azul del PP está condenada al fracaso. En el momento de escribir estas líneas (martes por la mañana) todavía no se ha decidido retirarla, aunque creo que más pronto que tarde la polémica tarjeta está condenada a seguir los pasos de los también polémicos impuestos verdes del Govern que al final no entraron en vigor o el ERE de diputados, que tampoco podrá ser una realidad.

Pero, igual que pasó con la tasa a los 'rent a cars', el daño ya está hecho. Un daño que afecta por un lado a la clase política en general y al PP en particular, y que no ha hecho más que aumentar el descrédito de los políticos y su alejamiento de la ciudadanía. Y por el otro lado, a los comercios, que poco se pensaban que sumarse a esta iniciativa política les iba a dar más disgustos que beneficios.

Digo que la tarjeta azul al final no va a salir a la calle, básicamente porque los objetivos por la que fue creada ya son imposibles de cumplir. Se entiende que el PP promovió descuentos a sus militantes para conseguir más afiliados y a la vez contentar a los que ya estaban apuntados. Y al final lo que ha logrado es un mayor descrédito de la política (y por tanto menos posibilidades de aumentar la afiliación). Además, y a la vista de la polémica creada, no creo que muchos militantes del PP se quieran acoger a los descuentos y estoy seguro que (si al final no se retira, que lo dudo) cuando vayan a comprar ni siquiera van a enseñar la tarjeta, supongo que por vergüenza. Esto por lo que afecta al PP, pero los que sí no cumplirán el objetivo por el que se adhirieron a esta tarjeta son los comercios que se han sumado a la campaña. Los establecimientos comerciales, supongo que se adhirieron para lograr captar algún cliente más en tiempos de crisis, pero al final han visto que están inmersos en medio de una polémica y que algunos sectores ya han llamado a boicotear a estos comercios. Ante el temor del perjuicio que les puede ocasionar a los comercios esta tarjeta, no sería extraño que a partir de ahora los negocios adheridos se vayan desapuntando, y por tanto la tarjeta, si no la matan, mueran (como decimos en Menorca) de 'finor'. De hecho, la propia patronal aboga por retirar ya la tarjeta. Lo dicho es cuestión de días.

La portavoz del PP, Mabel Cabrer calificó de "nazis" a los que promueven este boicot, acusándoles de "marcar" estos establecimientos, como hicieron los seguidores de Hitler con los comercios judíos. La dirigente popular se olvida que no ha sido precisamente la oposición quien ha marcado estos comercios, sino el propio PP, que incluso ha incluido en su lista algunos establecimientos que no pidieron sumarse a la campaña, como la firma de abarcas menorquinas Ría. Ello ha provocado un daño irreparable a la empresa, y a su buen nombre. Supongo que, si tiene razón la firma menorquina, le van a pedir perdón.

El boicot se puede criticar, pero es imposible de entender y justificar que un comercio haya descuento en función de la ideología y militancia de un partido. Y se puede comprender que muchas personas decidan libremente no ir a comprar a estos establecimientos, no tanto porque son afines a una determinada ideología política, sino porque benefician a los que piensa como ellos, y en consecuencia perjudican a los que no comulgan con sus ideales. Ahora bien, no voy a ser yo quien llame desde aquí al boicot. Yo, de hecho, propongo, casi lo contrario. Cuando uno vaya a comprar, que pida al comerciante si está adherido a la campaña del PP. En caso afirmativo que pregunte qué descuento tienen los militantes de este partido y que le comente que no tiene el carné del PP, pero que considera que también tiene derecho a ese mismo descuento. Seguro que el comerciante accede a hacerle la rebaja. En caso de que no le hagan el descuento, después cada uno que haga lo que le plazca.