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La semana pasada tuve la oportunidad de llenar mi cántaro de personas con sabiduría. Vino el histórico periodista Iñaki Gabilondo, y el psicopedagogo Xavier Melgarejo. Los dos comparten la zona común. Los dos aman a las personas. Y los dos esperan que alguien escuche y se anime a la labor de humanizar, de implicarse, de mezclarse, de mancharse, de oler a sociedad como el niño que le dejas en un piscina de arena, y va calado a casa hasta las cejas, pelo, uñas, ropa interior de arena seca, mojada, de palitos, de hojitas,... Los ciudadanos de a pie, con ponentes así, nos acercamos para saber un poco más, para escuchar y poder aplicarlo en la medida de lo posible. Pero ¿y los políticos?. Esos dos días señalados los observé de cerca. Por ejemplo, con la presencia del maestro del periodismo, un profesional cercano a la gente, al político le interesaba dejarse ver y hacerse la foto. ¡Hay que buscar la inquietud intelectual! Y con Melgarejo fue curioso porque estaban representadas fuerzas políticas de varios colores en una exposición del psicopedagogo sobre «qué podemos aprender del sistema educativo finlandés». Un interés común. Y en la parte más interesante, en ruegos y preguntas que es cuando tienes la oportunidad de escuchar al pueblo, a tus ciudadanos sobre qué pasa en las aulas, ... es cuando algunos políticos se diluyeron en la noche dejando vacante su asiento. Y te desilusiona cuando estas personas -que se las vota porque consideras que ayudan a mejorar las cosas- no tienen interés en formar parte del engranaje. No se mezclan con la gente para empatizar con sus problemas como dice Iñaki, como también dice el polaco premio nobel que citó en la conferencia, Ryszard Kapuscinski (periodista). Y como dijo en su día el Papa Francisco, Jorge Bergoglio, pero con otras palabras «quiero pastores con olor a oveja»- se me caen las lágrimas escribiéndolo-. Cuando escuchas y sientes como alguien se pringa de barro para moldear el bienestar de un ser humano te transmite algo muy grande, y pones tu confianza en esa persona y le das tu apoyo incondicional. Y algo aún más grande, una mano más para construir ese objetivo que es de todos, no de uno, el mal del político. «No despreciemos lo común» (I. Gabilongo) como es la educación de nuestro «tesoro nacional, nuestros hijos e hijas» (X. Melgarejo); como es la sanidad; como es no pasar hambre... Y en esa línea volvamos a nuestras raíces, los valores. Lo que nos hace unirnos, el construir juntos, y ser más fuertes ante las adversidades.

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