La verdad es que prefiero no ser jurado de un premio literario, pero alguna vez me ha tocado. Estos días, concretamente, he tenido que juzgar las redacciones en catalán y castellano del premio Coca-Cola para escolares de Menorca y los trabajos de narrativa, también en catalán y castellano, del premio Menorca de narración y del de poesía. El premio Coca-Cola tiene la ventaja de que divide en dos apartados el concurso, uno para cada lengua, y además existe un comité previo de selección, de modo que el jurado sólo tiene que leer 12 redacciones en cada caso. El premio Menorca, por el contrario, no realiza ninguna selección previa, lo cual significa leer más de 80 originales, algunos de unas 8 páginas, en castellano, catalán, narrativa y poesía; para colmo el premio permite que algunos autores concursen con más de un trabajo, como si de un premio de lotería se tratase. Déjenme decirles que ningún miembro del jurado tiene preponderancia sobre otro. Cada uno pone nota a los trabajos, se suman las notas y se obtiene el ganador. Pura matemática. De modo que nadie puede achacar el éxito o fracaso de su obra al favoritismo o al veto de un miembro del jurado. Los trabajos, por otro lado, llegan con seudónimo.
Les coses senzilles
Premios
19/05/14 0:00
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