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Las elecciones europeas se acercan y algunos aún no se han enterado del movimiento de tierras, excepto, tal vez, por las declaraciones machistas, propias de un dinosaurio de otro tiempo, del candidato popular Miguel Arias Cañete sobre la candidata socialista, y no mucho más inspiradora, Elena Valenciano. Que digo yo, que si no echó mano Cañete de la «superioridad intelectual» de la que presume será porque no pudo: no la encontró. Otros se habrán enterado de que estamos en campaña por los intentos de politización que ha traído consigo el asesinato de Isabel Carrasco, la que fuera presidenta de la Diputación de León (entre otros tantos cargos, se dice que llegaron a ser doce simultáneos, que ostentaba en el momento del crimen), tiroteada, presuntamente, por una compañera del Partido Popular de esa región. La tragedia ha salpicado la campaña con el intento, por parte de algunos gobernantes, de criminalizar y amordazar las redes sociales pero, por suerte, desde la Sociedad de la Información del Consejo de Europa ya se han rechazado de forma lógica los planes reactivos del Gobierno español de endurecer las leyes en este sentido: «Que un comentario en Twitter sea reprobable no lo convierte en criminal». Y punto.

De estas elecciones depende en gran medida nuestro destino, y es que las medidas que se aprueban en Europa nos afectan directamente aunque, una vez más y por lo que cuentan los medios tradicionales, parece que son sólo el PP y el PSOE los que se baten en duelo (ahora tú, ahora yo) y los que están destinados a dirigir los designios de la triste España en la Europa de los próximos cinco años, como si no existieran otras formaciones con otras ideas, otra preparación, otra visión del mundo y de la gestión pública sin ese sabor rancio a más de lo mismo. Gracias a internet y a las redes sociales, por cierto, sabemos que las hay y le podemos seguir la pista a formaciones como Primavera Europea (coalición que agrupa a Equo, como referente ecologista y con el aval y la experiencia de los Verdes en Europa, junto con Compromís y otras seis formaciones); la red ciudadana llamada Partido X, encabezada por Hervé Falciani, con la batalla contra la evasión fiscal entre otros puntos de mira o Podemos, con Pablo Iglesias como líder, son algunos de los partidos que, a mi juicio y por ese orden, pretenden andar nuevos y mejores caminos.

Estas elecciones son una oportunidad para dejar claro el hartazgo y el deseo de otra Europa, más sostenible, más transparente, más humana, y las urnas son casi el único modo que tenemos de constatarlo (también está la acción directa: enhorabuena a la PAH de Menorca), hasta que la democracia no sea de verdad participativa, como aspiran estos grupos.

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Busquen, pues, los programas electorales en internet y voten al partido que, según sus criterios, propone un modelo más justo, pero eviten a los que nos han gobernado desde hace décadas (no cumplen sus programas y no pagan por ello) y nos han llevado a un precipicio en el que importan (por encima de la educación, la sanidad o la soberanía alimentaria) los mercados, las corporaciones y las puertas giratorias que permiten a esa élite política, a nivel particular, conseguir puestos millonarios en las empresas de los sectores a los que favorecen mediante leyes y acuerdos mientras están en el poder. Ah, y no hagan caso de las encuestas con las que intentan dirigir el voto los grandes monstruos. Un artículo en La Marea nos ilumina, a golpe de hemeroteca (otra baza de las redes sociales que no gusta nada a los fanáticos de la censura), sobre cómo los dos partidos mayoritarios critican o apoyan los resultados retocados de intención de voto según están en la oposición o en el poder, respectivamente, porque saben que se produce lo que los analistas conocen como «el fenómeno del voto al ganador», que favorece la orientación del voto hacia el vencedor de los sondeos: el efecto bandwagon (algo así como subirse al carro). Así que no, no se fíen.

Por último, tampoco hagan caso de los articulistas. Decidan por su cuenta, pero actúen, porque la abstención favorece a los dos grandes partidos y el voto en blanco, también (hay otra vía muy digna para los que no encuentran ninguna opción, se llama Escaños en blanco, y si logran representación dejarán sus sillas vacías y renuncian al sueldo y las prebendas para que se visibilice la protesta); y recuerden que en estas elecciones rige el distrito único, es decir, que cada voto cuenta igual, sin importar la provincia, no como en las generales en España. Si no quieren más de lo mismo, salgan a votar (y voten a otros).

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