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He pecado. Lo reconozco antes de que me pille delinquiendo una cámara de estas que se van a instalar en Maó. He tirado la basura alguna vez fuera del horario permitido, he ido por Vía Ronda un poquito más rápido de lo que recomiendan, he hecho ruido a horas que no se deberían y una vez no recogí la caca de mi perro porque me traicionó vilmente y, en mitad del paseo, en lugar de defecar una vez como suele, lo dividió en dos episodios y la bolsa correspondiente ya estaba adjudicada. ¿Por qué he decidido confesar mis crímenes? Por terror.
El panorama que se nos presenta es aterrador, similar al argumento que nos hemos encontrado un montón de veces en películas que se supone que no son más que ficción. Ahora la realidad es otra, el 'Gran Hermano' posará su ojo en las calles de Maó y seremos los encargados de alimentar sus necesidades. A mi me parece raro y feo.
Raro porque poco a poco nos estamos idiotizando mientras perseguimos el objetivo de que las máquinas se encarguen de hacer nuestro trabajo consiguiendo que las relaciones sociales se vayan al traste. Basta como ejemplo ver al grupo de amigos que toma una cerveza en una terraza y no pueden aguantar ni cinco minutos sin teclear con el móvil huyendo cada uno a su particular burbuja virtual.
Feo porque uno de los privilegios de los que puede fardar el ser humano en relación con las demás especies es la capacidad de argumentar y por consiguiente convencer. Con un agente de la autoridad se puede charlar, implorar, intentar convencer o incluso conmover para que no te imponga una multa. Mientras dura la charla mantienes en tu interior la mínima esperanza de que el Policía será capaz de ponerse en tu lugar y pensar «con esta multa no sé como voy a cuadrar los números para llegar a fin de mes». Ojo. No justifico bajo ningún concepto que se cometan infracciones aunque también considero que el gasto a pagar para según qué o según cualo es desproporcionado.
Ahora parece que será una cámara la que pragmática y empíricamente dicte si delinquimos o no, recortando (bendita palabra que está tan en boca de todos) libertades y comportamientos. Aunque le veo un punto a favor. Imagino que las cámaras contribuirán a que todos nos comportemos mejor y seamos más legales. Por ese motivo quizás estaría bien instalarlas, también, de puertas para adentro del despacho. No hablo solo a nivel local. De lo contrario puede que la audiencia, con sus llamadas y mensajes telefónicos decida que los que deben abandonar Gran Hermano sean... ¡los de Dalt la sala!

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