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No podría escribir hoy sobre otro asunto que no fuera Mèdit. Durante las últimas semanas ha sido lo único. Es cierto que he oído/leído ráfagas de Gaza (he oído los bombardeos, he visto a la población palestina huyendo de la maquinaria militar israelí, una población masacrada, cientos de civiles y niños muertos, borrados del mapa: quieren el mapa y tienen el beneplácito del poder); he visto de lejos un avión cayendo al vacío, lleno de gente que sólo pasaba por ahí, y he sabido que muchas de las víctimas eran expertos en la lucha/cura del sida: duelen todas las vidas pero algunas duelen multiplicadas por mil. He visto también de pasada la desesperación que aflora en algunos políticos de este país ante el final de su época de chanchullos y privilegios injustos, que tratan de aniquilar a nuevas formaciones que tienen ganas de hacer una política más participativa. Pero ya digo que estos tambores los he escuchado en la lejanía, porque he salido de la presunta realidad informativa para entrar en un festival de cine, mediterráneo y de Menorca: el universo de Mèdit. Colaborar con ellas (el liderazgo y la mayoría femenina hace que 'ellas' sea lo propio) en esta sexta edición ha sido toda una experiencia, de esas que te dejan exhausta pero con una gran sonrisa. He aprendido a ver la información desde el otro lado, he descubierto lo que duele un nombre mal dicho o un patrocinador olvidado, pero también he visto el trabajo de los medios desde otra perspectiva: las horas interminables de trabajo, las carreras de un punto a otro de la isla, las llamadas atendidas a cualquier hora para que la información nazca como toca, en definitiva, he visto el esfuerzo. Hasta que no estás dentro no sabes cómo funcionan las cosas, el mecanismo de los relojes, pero a veces es cuando te apartas cuando consigues ver el conjunto.

Hace poco me preguntaba mi profesor de inglés que cuáles eran los 'pros and cons' de mi profesión (las clases de idiomas, los que estudian alguna lengua lo saben, le hacen a una replantearse su vida: cuando toca practicar la conversación se habla de manías, viajes, cosas que te hacen feliz, que te gustaría cambiar o que harías si te tocara la lotería, que siempre vienen bien para practicar el tiempo condicional: un espejo camuflado). No lo pensé demasiado y respondí que lo mejor era la cantidad de gente diferente que conocías, desde la gente de a pie, con sus historias pequeñas y discretas (mis preferidas), pasando por los compañeros, y hasta llegar a las personalidades y los lugares a los que no cualquiera puede acceder. En la parte negativa resalté la urgencia, el no poder dedicar tiempo a un reportaje o a una conversación, y estos días he vuelto a confirmar mi teoría.

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He conocido también lo que implica la organización de un festival como éste en un sitio como Menorca (marco ideal, incomparable, todos coinciden, sí, pero qué difícil, demonios, y qué caro es traer hasta aquí a gente que está deseando venir). He visto claro cómo el apoyo tendría que ir a más, no sólo a nivel institucional, que también, porque una ciudad gana en todos los sentidos con un proyecto así, sino a nivel privado, porque puede convertirse en un trampolín cultural, gastronómico y turístico para la isla. Muchos lugares, en España, ya lo saben. He conocido a un equipo respetuoso, entusiasta de las buenas películas, como el público que compra sus entradas con antelación, o que acude pronto a las citas para hacerse con un buen sitio en la plaza de la Catedral, en el Claustre del Seminari, en Líthica, en el Espai Sant Josep, en la iglesia del Socors o en el Jazzbah. Pero los que más me han sorprendido han sido los jóvenes del taller 'Fem un curt! Imagining Europe': había perdido la esperanza en las generaciones que vienen tras la mía y en la mía propia, y de pronto aparecen ellos, con energía y ganas de aprender. Monitores y talleristas, fotógrafa, voluntarios, técnicos (los nervios de algunos problemas técnicos) y las directoras, Inés Garrell y Bibiana Schönhöfer, incansables ambas, han hecho que se abra un nuevo pasadizo en mi cabeza. Muchas veces he repetido aquí, hablando de otros éxitos, el famoso 'Sí, se puede'. Pues con estos proyectos, lo mismo, se puede: un misterioso puzzle que se arma a base de empeño. Y también me han pasado cosas pequeñas: por ejemplo, una niña, el día de la inauguración, mientras IB3 entrevistaba a la actriz Natalia de Molina, se acercó a mí y me preguntó que quién era. Le dije que era una actriz, y que se iba a proyectar una película en la que salía ella. La niña se quedó mirando a Natalia de Molina fijamente y después de un rato, con un poco de vergüenza me hizo la pregunta: «¿vendrán también Zipi y Zape?»

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