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No, no dejen de leer tan pronto, pues aunque lo parezca, este artículo no va de fiestas mayores, aunque henchido esté uno de sentimientos patrióticos ante la proximidad de las patronales de Gracia. No, para esto está la magnífica revista que publica «Es Diari» y a cuya presentación en el Claustro del Carmen acudo con el ánimo presto. Escucho emocionado el Tornar a Menorca y participo, pomada en mano, en la coña marinera de los mocasines de cardenal de un dinámico concejal; me permito dar consejos de veterano (¡qué inmensa p. no poder repetir!) al pregonero Carlos Roca, y hojeo la revista, de la que me quedo con el delicioso artículo de Josep María Quintana, alaorenc emérito él, en el que narra el zumbido de unos sibilantes dardos que están en el origen de su enamoramiento de Gràcia…

Con Josep por cierto y con otros ilustres amigos de allende los mares (mediterráneos) compartimos cena en Addaia en las postrimerías de agosto y en la pertinente tertulia vuelven a prevalecer los temas del verano, Pujol / Proceso y Podemos, que también han dominado tertulias bajo el ullastre. Mi mujer nos riñe en la vuelta por nuestra escasa belicosidad en temas sensibles, pero es que llega a agotar discutir lo obvio, lenguas, culturas, etcétera. Me quedo con la copla de uno de los acreditados comensales quien afirma que Cataluña lo pasaría mal fuera de España, pero que España a la larga lo pasaría peor y por tanto, lo que ya sabemos, es decir, que lo no puede ser no puede ser y además es imposible…

En cuanto a Podemos, me remito a una cena anterior bajo el ullastre en que pudimos escuchar encendidas loas al movimiento por parte de activos yayoflautas, «por lo menos le han movido el suelo a la casta», pero no captamos explicaciones racionales a sus aventuradas propuestas. Las preguntas de Podemos son buenas y pertinentes pero mucho me temo que las respuestas no puedan ser más equivocadas, porque la respuesta certera no está en el viento, como cantaba Bob Dylan sino en más y mejor democracia con su correlato de transparencia, respeto a las instituciones y también me temo, al mercado libre y a su enojoso mandato de que cada cual (países incluidos) pague sus deudas.

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Pero es domingo, hay mucha menos densidad de potenciales y ansiosos usuarios de rotondas y por tanto empieza de hecho septiembre, el auténtico Ara va de bò de los menorquines, el tiempo para disfrutar de nuestra isla y, con este ánimo beatífico y tras un baño en Binisafua, nos quedamos extasiados viendo navegar, desde un restaurante con amplísimo mirador, a los bellísimos cruceros de la Panerai con todo el velamen desplegado, tan embobados estamos que casi ni nos damos cuenta de que nos cobran los salmonetes a precio de langosta y la sandía como si fuera water melon with diamonds, y nos vamos ahítos de molls y belleza marinera pero algo escocidos.

Pero es domingo, decía, y sin embargo la polémica no descansa, rotonda va, rotonda viene. Distintos próceres defienden el proyecto del Consell en «Es Diari» y me parece muy bien, pero me sigue sorprendiendo el despectivo lenguaje de nuestras autoridades insulares. Vaguedades aparte-el bien común, interés general, inocuidad ambiental, obra «estratégica», el legítimo derecho de la mayoría parlamentaria etcétera-, el Consell llama a superar «la antigua apuesta por la manipulación y el pensamiento único de la sociedad civil bajo el todopoderoso mantra del desarrollo sostenible, como si de una nueva religión se tratase, que antepone el territorio, el medio ambiente y el paisaje a un bienestar de los hombre y mujeres que viven y trabajan en Menorca…»

Así, con un par, toda una batería de eslóganes estilo tea party para descalificar la única pregunta que nos hacemos un montón de ciudadanos tan responsables e independientes como el que más, por qué, ¿qué tiene que ver semejante despliegue descalificatorio con la oposición razonada y razonable a algunas de las rotondas previstas que a nuestro juicio no están en absoluto justificadas y poco tienen que ver con el interés general, la estrategia y mucho menos con la inocuidad ambiental? ¿De verdad puede llegar a creer nuestro Consell que disentir en un par de rotondas es «estar en contra del bienestar de los menorquines»? ¿Quién es en realidad el campeón de la manipulación y el pretendido pensamiento único? Nadie ha propuesto una enmienda a la totalidad a la necesaria mejora de la carretera, nadie se opone al progreso de los menorquines…

Para eslóganes, mejor el Ara va de bó. Por lo menos no ofende a la inteligencia y al buen rollo de las fiestas que todos nos debemos. Que xaleu molt, germans maonesos…