TW

Está la muchachada flipando en colores todavía. Durante unos días los adolescentes de Menorca, huérfanos algunos de WhatsApp, Twitter, Facebook, Instagram..., se han visto obligados a tener que interactuar unos con otros en una especie de aplicación de última generación en 3D gratuita y que se llama vida real. Y todo por un gatillazo telefónico, 'timofónico' o como tengas a bien llamarlo. Pasarse cuatro días sin internet, 3G o teléfono móvil resulta inverosímil y me da a mi que situaciones como esta la veremos en Menorca o en alguna aldea similar, perdida en la España profunda en la que habitan/habitamos un tipo de cliente que a la sede central de Telefónica le importa entre poco y nada. En Madrid o en Barcelona, por ejemplo, no pasará nunca ni les tomarán el pelo como nos lo han tomado aquí, tratándonos como a imbéciles. Más que nada porque allí se armaría la 'Marimorena' y un pitote que dejaría las protestas de los Antisistemas en una mera reunión de unicornios en el país de la felicidad que quedan para tomar té y cupcakes.

Puede que estos días de abstinencia tecnológica hayan servido para que los muchachos y las muchachas que se pasan el día dale que te pego con las maquinitas del Diablo (yo el primero y tú el segundo), hayan descubierto o redescubierto la vida. Con un poco de suerte habrán percibido que es más agradable quedar y tomar algo que pasarse la tarde tecleando fingiendo que estás uno al lado del otro. Puede, incluso, que hayan sentido aquel escalofrío indescriptible e inexplicable que te recorre toda la espalda cuando le sostienes la mirada a esa chica que te tiene loco.

Noticias relacionadas

Quizás han probado uno de esos besos inesperados que ni todos los emoticonos de todos lo teléfonos móviles de todos los países de todos los continentes de todos los planetas de todas las galaxias podrían igualar. O, simplemente, que es más divertido bajar a la calle con tu perro que tener una mascota cibernética a la que cada cierto tiempo tienes que darle 'cibercomida', 'ciberjugar' con él y limpiarle las 'cibercaquitas'.

Pero no le daré las gracias a Telefónica por ello. No, porque me ha dejado cuatro días sin un servicio que pago puntualmente y sin chistar, con el temor de que si me despisto un día y me retraso me apliquen un apagón internético que me envíe al olvido del mundo. No, porque me venden 10 megas de conexión cuando la realidad ni se le aproxima. Es más, voy a reclamar. Como lo harían ellos. Llamaré al 1004 y exigiré que no me cobren esos cuatro días. Y lo harán. O le mandaré mi ejército de unicornios devoradores de almas encabronados y haré cupcakes con sus restos.

dgelabertpetrus@gmail.com