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A Jaume le mola ir al supermercado. Le relaja dar vueltas por sus pasillos analizando productos, mirando etiquetas, comparando precios, buscando ofertas. Jaume es muy fan de los «3 por 2», aunque no le haga ni puñetera falta es capaz de comprarse dos botes de gel de ducha con olor a papaya fresca vietnamita y aloe vera, solo porque regalan un tercero. En su baño ya no caben más botes. Jaume se ducha a diario, no piensen mal queridos lectores, lo que ocurre es que por mas jabón que se echa nunca se lo acaba por culpa de las malditas, e irresistibles, ofertas.

Jaume, que ya tiene unos añitos, para que se hagan una idea es de los que estudió EGB y rebobinada las cintas de cassette con un bolígrafo, ha visto como han evolucionado los supermercados. Porque algunos podrán pensar que la afición de Jaume por los supermercados es una simple adicción a las compras, pero nada más erróneo, a Jaume ya le gustaba ir a comprar desde pequeño cuando acompañaba a su madre al ultramarino de la esquina, por cierto como me gusta la palabra ultramarino, tiene un cierto sabor bucólico que la hace poética. Ultramarinos porque los productos vienen de ultramar, suena a las aventuras del Corto Maltés.

Jaume ha comprobado que una de las secciones que ha sufrido una mayor evolución ha sido la de los lácteos. Se ha pasado de la leche y del yogur natural a una variedad infinita de productos, ríase usted de la física cuántica, seguro que hay más variedad de yogures y tipos de leche que estrellas en el firmamento, si le pusieron a nuestra galaxia Vía Láctea fue por algo ¿no? Jaume cree que se ha invertido más tiempo y dinero en conseguir un yogur sabor coco que no lleva coco que en estudiar el cerebro humano para combatir el alzhéimer. Si alguien quiere investigación, desarrollo e innovación que busque en los yogures de sabores y no en la lucha contra enfermedades, en ese campo ya saben que este tolerante, dialogante y talentoso gobierno ha dejado a los investigadores sin un euro y con el culo al aire, de hecho se dice que cada día centenares de batas blancas cruzan los Pirineos en busca de un laboratorio decente donde investigar.

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Otra de las secciones que ha sufrido una mayor transformación es la del pan. Donde antes encontrabas las barras tradicionales y alguna hogaza ahora encuentras rústicas, artesanas, de centeno, con nueces, moreno, integral, de espelta, de semillas de lino, baguettes, bollos, chapatas, molletes, roscas, sin sal, de queso, de ajo y un interminable etcétera. Para que luego digan que no hay pan para tanto chorizo.

Hubo un tiempo que vendía mucho lo light que después pasó a llamarse lo cero, ya saben que todo lo de adelgazar vende un montón. Se encuentra hasta cacao en polvo bajo en azucares. Increíble, te desayunas un cacao cero y unas magdalenas light y adelgazas como Paquirrín. También estuvo de moda la palabra verde que servía para pensar que castigábamos algo menos el medio ambiente, es decir, comprábamos lavavajillas verde y después lo llevábamos al maletero de nuestro coche sin catalizador que llenaba de mierda la atmosfera, así somos los seres humanos, algunos más humanos que otros. Lo verde dejo paso a lo eco, nos molan las etiquetas.

Viendo lo que nos enseña Jaume nos podríamos preguntar: si hasta los supermercados han evolucionado de forma tan brutal, ¿porqué algunos se empeñan en involucionar y llevarnos de nuevo a la época de la cartilla de racionamiento? Quizás son fruto de una sociedad enfermita donde sobra colorante artificial.

conderechoareplicamenorca@gmail.com