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No. No somos ni una república bananera, ni un país de pandereta. Somos algo peor. Un coto privado de chupópteros, pelotas y 'escurrebultos' que ni tienen dignidad ni les importa el hecho de no tenerla. Son parte de esa España ruin, acusica, obsoleta, arcaica y en blanco y negro que creíamos enterrada, en proceso de putrefacción y en vías de olvido que en realidad está maquillada de forma insuficiente para esconder el tufo a podrido, a viejo, a sucio. Hubo un tiempo en el que el honor era más importante que el dinero y donde a una persona no le importaba ser pobre si con ello podía vivir con la conciencia tranquila.

Estoy indignado, que es la forma políticamente correcta de decir «hasta los cojones». La actuación del Gobierno y de la oposición con el caso del ébola ha sido la gota que ha colmado un vaso lleno de mala baba. Mientras una pobre auxiliar de enfermería está debatiéndose entre la vida y la muerte andan nuestros 'superiores' acusándola de mentirosa y diciendo que la culpa es enteramente suya, pasándose el problema unos a otros sin depurar responsabilidades y agarrándose al cargo sin la decencia, la moralidad y la valentía de admitir que han fracasado, convencidos que ellos no han tenido la culpa. La ministra de Sanidad es un ejemplo de que colocar al frente de una cartera a un incompetente en la materia, sea la que sea, es un error. El amiguismo es otra lacra que impera.

Fue un despropósito y una inconsciencia trasladar a dos pacientes infectados cuando ni siquiera se había explicado el protocolo de forma eficaz a los propios trabajadores. Un protocolo que, encima, parece una broma macabra.

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Acumulan despropósitos como si fueran méritos. Lo de matar a Excalibur, el perro de la enfermera, más de lo mismo. En lugar de aprovechar la situación, poner al can en cuarentena y estudiar el caso para prevenir futuras desgracias, la solución que aplican es cargárselo.

¿Quieres más despropósitos, amigo lector? Como el personal de Sanidad, comprensiblemente, tiene dudas a la hora de afrontar un caso o un posible caso, muchos rechazan intervenir. El Gobierno ha decidido recurrir a la bolsa de trabajo, captando profesionales que acumulan los conocimientos que se imparten en las aulas de las universidades pero limitados de práctica. Si estos 'pipiolos' que desean trabajar en un país donde sobra corrupción pero no hay trabajo se niegan por miedo o cualquier excusa automáticamente pasan al último lugar de esa bolsa de trabajo. Castigados, como si fueran desertores o algo peor.

Cuanto más conozco a algunos de mis políticos, más quiero a mi perro.

dgelabertpetrus@menorca.info