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Los gestos, los pequeños detalles son los que tocan la fibra de las personas y por ellos las recuerdas. Me pasó con Jaime Mascaró. Era mi primer año en la isla, 2007 y fui a comprarme unas pretty ballerinas, después me permití quedarme a comer en el bar,  JM'S Café, disfrutando de un momento para mí. Satisfecha de mi compra y saboreando aquel día conmigo misma, fui a pagar pero ya estaba pagada la comida. Solo me vio de espaldas y tuvo ese gesto que me llegó. El señor Mascaró estaba acompañado de otros comensales, una mujer y un hombre. No sabía quién era hasta que hice una consulta en internet, google imágenes, y me salió el mismo rostro que me invitó. Le debía ese gesto. Cuando fui a su misa-funeral, el recinto estaba abarrotado, y pensé que muchas de esas personas podían haber recibido algún gesto altruista, ya sea por Jaime, su mujer o por sus hijas. Y es que las pequeñas cosas son las que hacen grandes a las personas. Son las que te dejan huella, prque el detalle dice algo importante de la forma de ser de quien lo protagoniza. Un dibujo de tu hijo; el apoyo de tu pareja en decisiones difíciles; el amigo que te pasa el brazo por el hombro en tus horas bajas; las conversaciones con tus padres compartiendo un paseo. Regalar actos, dar tu tiempo, llenan a la otra persona. Actos que salen innatos, sin esfuerzo. O aquel profesor o jefe que te exige y que inesperadamente un día te dice lo buen alumno o empleado que eres y, vale más que una notaza o sueldo. Es lo que nos hace ser humanos y valorar a la otra persona, y recordarla siempre. Lo mismo pasaría a la inversa, por un mal gesto te recordarán, como les sucede a veces a los políticos, o nuestra monarquía, o nuestros cantantes. Creemos que son honestos gestionando un país; leales a sus parejas; honrados en sus cuentas hasta que un detalle, un mal gesto enturbia la manera de verlos y se desploma la figura que admirabas. Me gustaría cerrar esta columna con Josep Borrás, presidente de Fra Roger. Este último sábado en la Reserva de la Concepció (Fornells) se hizo una degustación de sal, aceite, mahonesa y; en un instante, ya despidiéndonos, nos recuerda a su mujer -que le espera con los buñuelos de Todos los Santos- y nos confiesa que si él ha hecho carrera en la cocina ha sido gracias a su mujer que se ha preocupado de criar a sus cuatro hijos, siempre a punto para gestiones y cualquier otro menester que se terciara en el oficio de la restauración, y que gracias a ella ha podido mantener su afición al canto. Ese comentario le honra como persona, dar el cálido reconocimiento a su compañera de viaje. Es un gesto bello y entrañable. Todo un detalle.