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La figura de los abuelos ha cambiado. Antes estaba aquella persona arrugada por sus experiencias vitales, enfundada de negro y ejerciendo de abuelo cogiendo la mano de la nieta o nieto y en la otra la bolsa de alpiste para dar a los patos del lago artificial, o a las palomas de la plaza. Eso ya es historia. Ahora se pueden ver abuelos en muy buena forma física, muchos hacen deporte, sus pieles están menos cuarteadas, se cuidan más poniéndose cremas. Su vestuario ha abandonado el negro, amplían la gama de colores en el armario, tienen iphone, ipod, leen el periódico online. Cuidan su mente para no perder los recuerdos. Viajan y aspiran a seguir viajando, o ingresar en la universidad o apuntarse a cursos o aprender lenguas nuevas antes que pasar por una residencia. Todo ha cambiado menos el nombre, «abuelo», «abuela», «yayo, yaya», «iaio, iaia», «avi, avia», «lalo, lala», «el abu, la abu», quizás esta acepción no gusta. Unos dicen que prefieren que sus nietos les llamen por su nombre de pila, o rizando ya el rizo decir que son el padre de la hija. Y como escuché hace unos día al cantante Raphael que prefería que sus nietos le llamaran por su nombre porque para eso se ha ganado el llegar a ser quien es, para que sus nietos ahora le llamen «abuelo». Me quedo con la idea que conservarán para siempre los nietos de Pepe, de Raphael, de María, de Antonia... qué les transmitirán a estos bajitos para que siempre estén en el presente el recuerdo de la juventud. Este domingo observaba tras los cristales del Mercat des Peix de Mahón a Pedro con su nieta Inés. Pura química y complicidad. Miradas cruzadas de amor, admiración y curiosidad creativa. Parece ser que él le enseña a ver películas de Chaplin, y se lo pasan de lo lindo.  ¿Qué han compartido con sus abuelos? ¿qué han aprendido de ellos? ¿qué les queda de ellos? ¿qué han heredado de su persona? ¿qué les han transmitido? La figura de los abuelos es importante en el núcleo familiar, el eslabón de la continuidad de la saga familiar. Son el nexo de unión de dos generaciones padres e hijos. Y así poder comprender cómo son los progenitores. Los abuelos, los que tienen la responsabilidad de transferir datos y seguir con la educación desde la comprensión, por su experiencia añadida. Abuelos que han pasado a la historia como el que protagonizó Pepe Isbert en «La Gran Familia» (1962), «El abuelo de Heidi» (1974), «La Super Abuela» (1985) O abuelos luchadores como el de la desaparecida Marta del Castillo (2009). Abuelos que merecen el respeto por sus canas de vivencias.  Hay que escucharles, sentirles, nos pueden enriquecer nuestra mochila de vida.