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La casualidad ha querido que me toque usar los 3.500 caracteres de mi artículo el día de Nochebuena, y tengo que confesarles que me genera un conflicto.

En esta fecha encuentras el bando de los «odio la Navidad», y no les faltan motivos: consumismo desaforado, maratón de comilonas sin fin, época donde salen a relucir más que nunca las grandes desigualdades, las luces de Navidad alumbran las colas de las personas que van a los comedores sociales. Además, para odiar la Navidad se pueden sumar motivos personales como el fallecimiento de una persona querida, la mala relación con algún miembro de la familia al que se debe aguantar sí o sí, etc.

Por la otra parte están los «me gusta la Navidad», y también tiene sus motivos: el reencuentro familiar, las copas con los amigos, las tertulias de sobremesa, la ilusión de los niños, los actos solidarios, los días de vacaciones, etc. Aunque cada vez más diluidos, algunos conservan también los motivos religiosos.

En lo que ambos bandos deben coincidir es en que la inmensa mayoría pasa por el aro. Son pocos los que pueden escapar porque, guste o no, los sentimientos están un poco más a flor de piel. Los publicistas lo saben y te montan un anuncio de lotería, o un anuncio de la famosa fábrica de muebles sueca, que ven millones de personas porque tocan la fibra sensible, y hacen que olvidemos que lo que quieren es vender más, y no cambiar el mundo, son unos genios de la manipulación.

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Así que mi debate estaba entre si hacer una ataque encarnizado a la Navidad, o una postal empalagosa hasta necesitar insulina extra para digerirla. Y estando en estas, me acordé de la señora Luisa.

A la señora Luisa le gustaba preparar la bandeja de los dulces porque era muy golosa. Troceaba el de Jijona, que era mi favorito en la infancia. Troceaba el turrón duro que era el favorito del señor Pepe, porque los hombres en aquella época fumaban Rex y bebían Soberano. Troceaba también un turrón de fresa y nata, sí, sé que es difícil de entender pero a la hija de la señora Luisa le gustaba, y que no hará una madre por sus hijos. Sacaba polvorones, mantecados, roscos de vino, alfajores, y todo eso le sabia a las raíces que dejo atrás cuando emigró desde el Sur a la gran capital. Recuerdo el lunar que tenía entre el dedo gordo y el índice de su mano derecha, y como acariciaba mi pelo y decía: «Hoy parto un poco más del de Jijona, pero no se lo digas a tu hermana, ¡ay! mi José», y te soltaba uno de esos besos sonoros que solo saben dar las madres. Siempre que veo la bandeja típica de los dulces navideños, veo a la señora Luisa, y esa postal me reconforta.

Pero tengan bien claro que no les quiero vender nada, y menos muebles que se tengan que montar ustedes en casa. De hecho, les confieso que estuve a dos segundos de empezar este artículo de la siguiente manera: «A este Diario y a mí nos llena de orgullo y satisfacción dirigirnos a ustedes en esta fecha tan señalada…», pero después pensé que ya lo hará Felipe por la tele, y que entre que será su primer discurso navideño, que su hermana está imputada, que tendrá que juntar a sus padres en la cena y eso será para verlo, que tendrá que aguantar a su cuñado, el exduque «en-Palma-do», e intentar que Letizia coma algo, ya tendrá suficiente.

Termino que se acaba el turrón. Sean amantes de la Navidad, pasen de ella, o decidan optar por el punto medio celebrando una Navidad minimalista, deseo que les vaya lo mejor posible queridos lectores, hoy y siempre. De corazón y sin truco, no soy publicista.

conderechoareplicamenorca@gmail.es