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Ayer en La Sexta, en el programa que dirige Mamen Mendizabal, «Más vale tarde», el periodista José María Gil comentaba su experiencia con yihadistas a través de la red y decía que «antes que la religión, es la frustración lo que atrae a jóvenes a la yihad». Y esa frustración, seguía explicando, viene de la infancia-adolescencia, de la poca afectividad recibida en el entorno familiar, de los desplantes con las amistades al saber que son moros, y eso hace que el joven se frustre ante la sociedad y se radicalice. Y es que sigo insistiendo desde esta columna que hay que amar a los hijos, hay que darles el lugar que se merecen y prestarles atención. Insistir en una buena educación y amor de 0 a 3 años. En una entrevista en prensa a Carlos González, pediatra y autor de éxito de varios libros sobre la crianza infantil, decía que «al niño hay que darle muchos besos, muchos abrazos, y mucha teta». Quizás la tercera opción sea opcional según la madre, pero lo que es irrenunciable son los besos y abrazos. Con mi pequeña no escatimo nunca, tiene los mofletes desgastados de tanto besarla, y su cuerpo menudo lo abrazo con la intensidad que ella me deja. Se los doy, besos-abrazos, hasta cuando está irritada porque tiene hambre. Mi infancia también la recuerdo llena de besos que me daba mi madre tantas veces como podía.

Félix Loizaga, doctor en Psicología, decía hace poco en una entrevista que «los primeros apegos son la base de la construcción de la persona». Defiende la importancia de un clima familiar positivo en la infancia para la construcción de un adulto y una sociedad sanas: «Disfrutar de una parentalidad positiva hace que los menores estructuren su mente, su lenguaje, sus relaciones interpersonales y su yo de manera armoniosa y madura, lo cual les ayuda a convertirse en adultos sanos. Los primeros apegos son la base de la construcción de la persona.

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Cuantos más apegos seguros recibidos de pequeños, mejor salud mental tenemos de mayores. Y por contra, todo lo que está mal elaborado, vuelve a salir al tirar del hilo, según Freud. La memoria emocional reprime, pero no olvida.» Y con esto no justifico ninguna barbarie como la sufrida en Paris. Se debe de condenar todo acto despiadado. Pero antes de llegar a este punto no democrático donde prevalece la violencia, el terror, o el miedo, hay que sentar las bases, los cimientos. Regar amor desde la gestación. Así subscribo al pediatra González «muchos besos, muchos abrazos, y mucha teta» (esto último si se puede, y si no dedícale tiempo a amar).

@sernariadna