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Cuando uno se dedica a esto de ir juntando palabras para formar un artículo, vive en un mundo de sobreinformación continua que puede llegar ser agotador. Lo de repasar diariamente la prensa y los titulares de los medios de comunicación, y hacerlo en un barrido que incluye los que están en las antípodas de mi visión del mundo, porque aquello de que se aprende más escuchando a los diferentes que a los parecidos, no sé si es un acto de responsabilidad ciudadana, o un intento de caer en la depresión más profunda. Sea como fuere la verdad es que engancha, y lo de engancharse a algo es peligroso, corre uno el riesgo de acabar con más verborrea que el actor Charlie Sheen.

Una buena forma de evitar ese enganche pernicioso es vivir fuera del mundo de los opinadores y tertulianos profesionales. La libertad se siente al ejercer el derecho a réplica de forma no condicionada por la endogamia profesional. Las tertulias políticas en televisión están de moda, tienen buenas audiencias, pero basta hacer un zapeo por las diferentes cadenas para comprobar que hay algunos tertulianos que viven en los platós, parecen parte del decorado, a veces pienso que no tiene casa ni familia y por la noche los guardan con el resto del atrezo.

Se lo digo en confianza queridos lectores, los tertulianos profesionales son unos cansinos y además tienen la piel muy fina, es decir, que se lanzan a opinar sobre lo humano y lo divino sin ningún miramiento, pero llevan muy mal que se opine sobre ellos. Sé que la estrategia es un poco arriesgada, porque crearíamos un mundo de personas que opinan sobre los opinadores, que a su vez opinan sobre los demás y así hasta crear un gusano espacio temporal donde nadie escucha a nadie y todos nos dedicamos hablar en monólogos sin fin. Parecido a lo que hacen nuestros diputados en el Congreso. De los senadores ni hablamos, porque pocas cosas hay más inútiles en este país que un senador, son carísimos y no sirven absolutamente para nada, eso es así.

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Pero el problema no es solo que muchos tertulianos a tiempo completo no vean más allá de sus narices, sino que además llevan el guión escrito por sus jefes. La mayoría de medios de comunicación están en manos de los bancos y multinacionales que crean lobbies de opinión, igual que los grandes partidos políticos. Basta ver la cara del que va a decir algo para saber su opinión sobre cualquier tema, sin sorpresas, porque son los auténticos voceros de sus amos. Vamos, que lo que hacen estos personajillos embriagados de micrófono, pluma o cámara, se parece al autentico periodismo lo mismo que Las 50 sombras de Grey a la autentica literatura, eso es así.

Las historias pequeñas, las historias cotidianas, las historias cercanas, enseñan más de la vida que los datos del último PIB, o que las diferentes películas macroeconómicas que se montan, los que viven de lujo, en ese casino virtual que sirve para asfixiar al ciudadano y enriquecer a los bancos y sus sumisos gobiernos.

Recuerdo que hace años, en una calçotada entre amigos, Jaume le dijo a su pareja: «si algún día me dejas, llévatelo todo para que pueda empezar de nuevo», y mientras se metía un nuevo calçot en la boca añadió: «bueno todo… menos la romesco». Jaume no es Christian Grey, pero como hace que Andrea se ría siguen juntos después de veinte años. Y para mí es más importante su opinión, que la de cualquier tertuliano de cartón piedra, y eso, sin atisbo de duda, es así

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