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Lunes, el de ayer, de resaca electoral, aunque a algunos la luz del nuevo día les resultaba más molesta y cegadora que a otros, y el dolor de cabeza también. El PP recibía un aviso en toda regla en la primera cita electoral de este 2015 en el que vamos a ir de precampaña en campaña constante hasta finalizar en las generales.

Un Susanazo como ya lo llaman algunos, para alegría y alivio de los socialistas de otras tierras incluida la menorquina, que además tienen candidata tocaya a la ganadora andaluza.

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Y aquí es cuando las distancias, como todo en esta vida, son relativas. Para el PSOE el Parlamento andaluz es el preludio de lo que vendrá, para el PP los resultados no se pueden trasladar a Balears. Cuestión de idiosincrasia, dicen, y tampoco van descaminados, porque ya son 33 los años que ha gobernado el PSOE en Andalucía y el cambio -sea de derechas o de Podemos-, brilla por su ausencia. El efecto Podemos, por cierto, pese a su estreno con fuerza en el Parlamento andaluz, parece que queda en interrogante; les ha sabido a poco, querían ser la alternativa de gobierno y, de momento, no lo han conseguido, aunque sí han dejado a una IU maltrecha.

Y los de Albert Rivera, Ciudadanos, ni de derechas ni de izquierdas -como se definen-, moderados, liberales en lo económico, irrumpen en la escena política y qué duda cabe de que van a ser decisivos; contrincantes pero también posibles compañeros de viaje, que no le irían nada mal a un PP solitario si llegan a cuajar listas en Menorca.

Rivera sentencia que el bipartidismo ha muerto pero yo lo veo vivito y coleando, con diferentes marcas electorales en el centro y la izquierda, más que nuevas, recicladas. Pero los dos grandes partidos han recibido serios avisos y tienen dos meses hasta el 24-M para corregir rumbo y conectar con la realidad de la calle.