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Joana se frotó los ojos con fuerza, aquello que veía a través de la ventana de su cocina no podía estar pasando de verdad, tenía que ser por fuerza una alucinación, una mala pasada de los sentidos. Miró su taza de té verde como esperando encontrar una respuesta, miró su tostada de pan de centeno con linaza por si el aguacate que había untado estuviera en mal estado, miró la barrita de incienso que encendía cada mañana en la cocina para desayunar en armonía por si el humo había nublado sus entendederas, pero no, queridos lectores, Joana no sufría una alucinación motivada por su vida espiritual y su alimentación macrobiótica, los pastissets que volaban en el trozo de cielo menorquín que veía a través de su ventana, como una bandada de estorninos, eran reales y dejaban a su paso un ligero manto blanco de azúcar glass.

Esas pastas con forma de flor, típicas de Menorca, habían cobrado vida y volaban como pequeños OVNIS recorriendo la Isla de punta a punta. Joana puso la televisión, gracias a los teléfonos móviles, y a la adición que sufrimos millones de usuarios, las imágenes del extraño suceso inundaban todas las redacciones y las redes sociales, Menorca se había convertido en trending topic en Twitter y ocupaba todo el espectro informativo. El programa Cuarto Milenio, con Iker Jiménez a la cabeza, hizo un despliegue de medios sin precedentes en la historia de la televisión.

2 Cada cual veía el fenómeno según sus propios intereses. Así la consellera de Turismo vio una oportunidad de oro para promocionar la Isla de forma gratuita, ya tenían hasta un eslogan: «Menorca, donde podrás soñar despierto». El presidente del Govern balear se desplazó a Maó para seguir de cerca el fenómeno y hacerse unas cuantas fotos para su campaña electoral, un traicionero micrófono estaba abierto cuando le dijo a su secretaria. «Mira los menorquines, tanto llorar por un transporte aéreo justo y les vuelan hasta los dulces», esa frase, aunque parezca increíble, no le costó el puesto, el pueblo tiene muchas tragaderas.

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El jefe de la oposición achacó semejante fenómeno al cambio climático debido a la construcción de unas macro rotondas, el presidente del Consell insular le replicó diciendo que era la herencia recibida de una deuda galopante que impedía inversiones en I+D. El gabinete de crisis habilitó una planta en el hospital, la misma que se reservó para el Ébola, «por si acaso» declaró un portavoz de medio pelo. Costó montar el operativo ya que el gerente del centro hospitalario, que no es médico ni enfermero, estaba escondido en un quirófano mientras operaban a un paciente.

Cada alcalde de cada municipio se atribuía la titularidad del extraño acontecimiento y quería incluirlo en su programa de fiestas. Los hoteleros hablaban del trabajo bien hecho, solo explotaban lo justo a sus plantillas, y de aprovechar el tema para alargar la temporada. Los de las teorías cospiranóicas veían una cortina de humo ideada por los fontaneros del poder para desviar la atención. El abuelo Tomeu por su parte exclamó, mientras saboreaba el primer ginet de la mañana: «Cosas más raras se han visto».

Nadie supo realmente lo que motivó el extraño suceso, los pastissets desaparecieron sin dejar rastro. Algunos apuntan a que tuvieron su origen en la pastelería clandestina del tío Tolo, donde a su hijo se le fue la mano al mezclar la harina con marihuana. Sea como fuere, de aquel surrealista hecho todos, como suele pasar siempre, intentaron sacar tajada.

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