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En la Roma de Augusto, durante el siglo I antes de Cristo, un particular, Cayo Cilnio Mecenas, ganó tanta fama como protector de las artes que su nombre pasó a designar esa función. El mecenazgo consiste en el patrocinio de artistas, literatos o científicos para poder llevar a cabo su obra. En teoría se trata de un apoyo sin retribución de beneficios. Las obras producidas bajo mecenazgo se ponen a disposición del público en un museo o se editan para su divulgación desinteresada. Otro tipo de mecenazgo puede incluir el encargo, como por ejemplo la bóveda de la Capilla Sixtina, pintada por Miguel Ángel por encargo del papa Julio II, con lo que el beneficio económico que reporta la obra puede ser imperecedero. Puede decirse que hasta la Edad Moderna pintores, músicos y escritores dependían casi exclusivamente de grandes mecenas. Pensemos en Velázquez, quien desde que fue nombrado pintor de cámara de Felipe IV vivió y pintó prácticamente a la sombra de palacio. Pensemos que Mozart gozó durante algún tiempo de la protección de la corte de Salzburgo, o que el mismo Cervantes dedicó el Quijote al Duque de Béjar. En nuestro tiempo son las instituciones públicas y las grandes empresas quienes ofician el mecenazgo, aunque no siempre se trata de una labor completamente desinteresada, puesto que permite desgravar ante la Hacienda Pública por contribuir a ese bien escaso y a menudo olvidado que es la cultura.

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Durante estos últimos días se han otorgado los premios Isla de Menorca de Narración Corta y Poesía, para los que se cuenta con el mecenazgo de la Conselleria de Cultura, La Caixa, Endesa y el Diario MENORCA, y se ha realizado la fase «provincial» de los Premios Relato Corto bajo los auspicios de Coca-Cola. En ambos casos la participación de los escritores en ciernes ha sido numerosa y se han premiado relatos y poemas muy meritorios. Resulta que ahora mismo, a principios del siglo XXI, el mecenazgo, ése término que prosperó nada menos que cien años antes de Jesucristo, sigue plenamente vigente. Lo demuestra la multitud de premios literarios como los aludidos impulsados por ayuntamientos o por grandes editoriales, seguramente porque en nuestro país nunca ha existido un gran mercado de lectores. Algo parecido ocurre con los certámenes pictóricos. En cuanto a la música, como en la narrativa, la posibilidad de piratear gratis informáticamente las obras, juntamente con la crisis que estamos padeciendo, debe de hacer todavía imprescindible el mecenazgo.