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Con este calor y esta humedad se hace muy difícil conciliar el sueño, pero la tramontana suave de ayer me hizo descansar a pierna suelta y por fin pude soñar. Soñé que las personas confiaban unas en otras, y que por tanto desaparecían, por inútiles, todos los gobiernos, recordando aquello que dijo Octavio Paz, «ningún pueblo se merece el gobierno que tiene». El sueño es pretencioso hasta decir basta y roza lo empalagoso, lo reconozco, pero peor es soñar que asistes a una conferencia de Ana Botella en inglés, y uno en este terreno no puede elegir. Bueno, pues con eso de la confianza me surgió una pegunta, queridos lectores, ¿en quiénes confían ustedes?

A cuántas de las personas que conoce puede llamar realmente amigo. Amigo que no conocido, amigo que no vecino, amigo que no compañero de trabajo, amigo que no familiar, amigo que no contacto en alguna red social. A cuantas personas les profesa plena confianza hasta saber que jamás le van a fallar y que además van a estar con usted sí o sí de manera desinteresada e incondicional. Difícil cuestión, tómese su tiempo que no se trata de sacar nota.

Hubo un tiempo en que un apretón de manos era un contrato, y en aquella época la palabra de una persona tenía un valor. Si alguien daba su palabra y después no cumplía arrastraba consigo la ruina social, el descredito permanente, se colgaba para siempre el cartel de persona poco fiable y se le complicaba realmente la vida.

Hoy en día nadie parece fiarse de nadie. Todo tiene que estar por escrito, todo tiene que estar controlado, todo tiene que estar programado y supervisado. Miles de leyes, miles de normas, miles de protocolos, miles de obligaciones, miles de prohibiciones, miles de abogados, miles de policías y miles de militares para asegurar ,eso dicen, que las personas van a cumplir.

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Somos consumidores recelosos, pero al mismo tiempo súbditos resignados. Alguien puede faltar a su palabra una y otra vez sin sufrir descredito, miren sino a los que votan y vuelven a votar a corruptos y ladrones. Aceptamos que todo el mundo miente, que todo el mundo robaría si supieran que no le van a pillar, que todo el mundo guarda un egoísta dentro y los actos aparentemente altruistas no son más que actos de egolatría con fines oscuros.

A los confiados se les tacha de ingenuos, de inocentes, cuando no de estúpidos. Por el contrario a los que están siempre en alerta se les tiene en gran valía porque la precaución es un valor en alza.

Sin embargo en el día a día seguro que se fía de las personas más de lo que usted piensa, fijo que confía en que el camarero le traerá la cerveza fría, o que el doctor intentara curarle, o que el profesor de inglés le va a enseñar lo suficiente para que ese nivel medio que puso en currículo, como debió hacer Botella, no sea una mentira, o que el pizzero intentara traerle la cuatro estaciones lo más pronto posible, o que el coche que sale por su izquierda se parará en el stop, cotidianos actos de confianza.

Si no se fía de nadie solo le quedan dos opciones: la primera convertirse en un ciudadano paranoico, y eso es triste y agotador, y la segunda emigrar a Kepler-452b, ya saben, ese planeta parecido a la Tierra que parece que es habitable, el único inconveniente es que está a 1.400 años de luz, pero quién sabe, seguro que en alguna base secreta de Arizona la gente de la NASA ya esta trabajado en el teletransporte y nos plantamos allí más rápido de lo que Rajoy dice recorte. Confiemos en ello, o sigamos soñando.


conderechoareplicamenorca@gmail.com