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Hasta ahora conocía diferentes teorías sobre quién es el portero de Dios, la más extendida que San Pedro estaba a las puertas del cielo con unas llaves morrocotudas y que dejaba entrar a los justos y rechazaba a los pecadores. Lo de las llaves morrocotudas me indica que en el cielo no hay ladrones, porque aún no han llegado allí las alarmas ni las cerraduras antirrobo. Cuando en el Concilio Vaticano II decidieron dejarse de latinajos y empezaron a traducirlo todo me enteré de que «Agnus Dei qui tollis peccata mundi» venía a ser «Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo», pero nunca llegué a pensar que había un error de imprenta y que tenía que decir «portero» de Dios. Lo pensé cuando Keylor Navas detuvo un penalti a Antoine Griezmann y dijo que había sido gracias a Dios, porque Dios le respalda y le ayuda a tomar buenas decisiones. Esto me llevó a pensar que Dios es del Madrid, porque Keylor Navas es actualmente el portero del Madrid, y me acordé de lo que solían decir en tiempos, que el Madrid era el equipo del gobierno, que además gobernaba por la gracia de Dios. Pero luego vino Zapatero y se hizo del Barcelona, y todo quedó trastocado. Menos mal que Messi cada vez que hace un gol se encomienda a Dios, o al menos a su abuela, que le infundió la pasión por el fútbol y que por lo visto no se pierde un partido desde la tribuna del cielo. Ya me imagino las trifulcas, allá en el cielo, cuando se celebra lo que ha dado en llamarse un clásico, que por lo visto es un partido Madrid-Barcelona o viceversa. El palco del cielo debe de echar chispas entre la abuela de Messi y Dios, siendo una culé y el otro portero del Madrid. Ese día el diablo debe de frotarse las manos desde el averno, y claro, entonces ocurre lo que ocurre, insultos, patadas cuando el árbitro no mira y cachetes memorables que más vale no traer a colación.

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Pero yo siempre digo lo mismo, no puede ser que habiendo tantos equipos en el mundo Dios sea del Madrid o del Barcelona, como tampoco puede ser cierto que un clásico sea un partido de fútbol determinado en lugar de un Mozart, un Velázquez, un Cervantes, un Shakespeare o uno de esos que salen en la tele y además escriben libros para regocijo de los vendedores. Por tanto me parece inútil que un futbolista diga que Dios le respalda en detrimento de otro futbolista, o que llegue a ser cierto que en un país con crisis de más de un tipo y más de dos un futbolista sea más importante que un científico, por ejemplo.