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Perdonen la pregunta nada más empezar, pero ya nos vamos conociendo queridos lectores y los 3.500 caracteres no nos da para andarnos por las ramas, al lío, ¿que estaban ustedes haciendo el 19 de enero de este año? Si no se acuerdan es una magnifica señal porque según algunos seudocientíficos, financiados por una empresa de publicidad, aquel lunes de enero fue el día más triste del año, el más depresivo, lo bautizaron como el Blue Monday, que las cosas en ingles siempre parecen más serias, mas técnicas, con más empaque, menos cuando las pronuncia Ana Botella.

Si no nos acordamos de ese día tan tristón, es que tan depresivo no fue para nosotros. Sin embargo lo que sí está demostrado fehacientemente es que octubre, el bucólico y otoñal octubre, es el mes más depresivo del año. Dicen los que saben de esto que la bajada de temperaturas y la disminución de horas de luz afectan directamente en el ánimo de las personas, y que perjudica más a los que estamos entre los 40 y los 60 años, además es un mes en que se cae mucho el pelo y el curro que da limpiar la ducha chafa a cualquiera.

Lo de la disminución de las horas de luz es lo que ha debido llevar al ecologista y solidario ministro Soria a ponerle un impuesto al sol, ya saben, esa batería de tasas para la energía solar y demás energías alternativas, supongo que se está preparando el terreno para dar el saltito a las grandes empresas energéticas, las mismas que dieron cobijo a Aznar, González y tantos y tantos políticos. El ministro es bastante deprimente y además parece persona de pocas luces, perdón por el chiste malo.

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Una de las opciones para combatir el tremendo bajón otoñal es hacerse fabricante de antidepresivos y ansiolíticos, estos meses son de temporada alta para ellos y se frotan las manos con el aumento de sus ventas. Por más que mi amigo Paco se empeñe en defender la bondad de la química con su famosa sentencia «la química es buena», y reconociendo que la química ha salvado muchas vidas y ha dado calidad de vida a muchas personas, estarán conmigo en que se abusa del consumo de las pastillas de la felicidad. Provocan rápidos, baratos y legales estados de embriaguez, normal que enganchen.

Otra opción usada por muchas personas es la de tirar de libros de autoayuda y de frases bonitas a lo Paulo Coelho del tipo: «¿cómo entra la luz en una persona?, si la puerta del amor está abierta?», o «cuando quieres algo, todo el universo conspira para que lo consigas». Creo que las conspiraciones suelen terminar en maletines de dinero a Suiza, y que lo de entrar la luz ya hemos visto que está muy chungo y cuesta una pasta, así que eso más que ayudar deprime aún más. Igual me he pasado pero la seudofilosofia nunca me ha gustado demasiado, a no ser que la des gratis. Por otro lado Coelho ha vendido más de 200 millones de libros, a él le han reportado una pasta gansa y a muchas personas les reconfortó su lectura, dejémoslo ahí.

De este octubre depresivo tiene más culpa Christine Lagarde, la súper presi del FMI, que Paulo Coelho, pero a Christine ya le escribí un artículo hace tiempo y no me hizo ni puñetero caso, y eso que me ofrecí a pagarle un café si venía a nuestra Menorca, una desagradecida. Paulo, la invitación ahora es para ti, yo pago el café y tú me susurras frases bonitas que me ayuden a pasar el otoño, aunque preferiría que me limpiaras el baño de pelos usando tus dotes de alquimista. Con mucho amor todo, eso sí.

conderechoareplicamenorca@gmail.com