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Indignados: montad un partido en lugar de ocupar plazas o de rodear el Congreso para clamar contra tarjetas black, leyes mordazas, preferentes, desahucios, recortes sociales, educativos, sanitarios y salvajes mientras nosotros hacemos negocios particulares/multinacionales y salvamos bancos que nos salvan a costa de la precariedad de la mayoría, el medio ambiente (o lo que haga falta) y vivimos felices en nuestros tiovivos bipartidistas de puertas giratorias.

Y lo montaron. Y ahora, en tiempo récord con microcréditos y sin depender de esos bancos y grandes empresas que han marcado la agenda política (y legislativa), con las reglas de una ley electoral injusta y tras un esfuerzo titánico de todos los que han estado en este proyecto, 69 diputados de Podemos (con las confluencias: la gran apuesta del cambio) van a rodear el Congreso (por dentro), si es que se forma Gobierno de este pastel. La Bolsa cae y las sonrisas crecen: la mera presencia de esta nueva idea política en «la casa de todos» (que tanto ha llenado la boca y las cuentas corrientes a PP y PSOE en estas últimas décadas laxas) va a obligar a los representantes acomodados a trabajar: al fin va a haber un debate parlamentario digno.

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Sabe a poco la revuelta, sí, pero ha roto ese bipartidismo enfermizo que empezó a tambalearse tras las europeas de 2014 y que ahora, herido de muerte, hace cábalas para sobrevivir a toda casta. El puzzle es complicado para que éste sea hoy un país gobernable, pero aún lo era más gobernado por la desfachatez de un Ejecutivo corrupto que, inexplicablemente para esta escriba, ha vuelto a ser la lista más votada. Confieso: ver a Mariano Rajoy fuera de la tele de plasma, mojándose sus labios siempre húmedos y dando absurdos saltitos en el balcón de Génova, me llena de preguntas sobre nuestra especie. Espero ir conociendo respuestas y que en las futuras elecciones, que parece (a la espera de pactos inesperados) que no tardarán en repetirse o anticiparse, haya menos miedo a una nueva transición y más reflexión por parte de todos (me incluyo).

Me hablaba mi vecino de abajo de «nuestras mujeres» para referirse a las hembras occidentales propiedad de no sé quién («nuestros varones» también suena raro). Pues bien, también para ellos traigo buenas noticias: «138 del total de 350 diputados que han sido elegidos en los comicios son mujeres. Este 39,4 por ciento es la cifra más alta desde 1979», nos contaba, en la resaca electoral, eldiario.es. En 1979, el Congreso contó con un 5,1 por ciento de mujeres parlamentarias, y en este mismo país occidental, hasta 1975, recordaba Rosa Montero en su última columna, «las mujeres casadas no podían abrir una cuenta en el banco, comprarse un coche, sacarse el pasaporte o trabajar sin el permiso del marido, que además podía cobrar el sueldo de su esposa; los homosexuales eran encarcelados por la Ley de Peligrosidad Social, y en las empresas te decían con toda tranquilidad que no te daban trabajo porque eras mujer». Así que, sí, la igualdad avanza en Occidente pero todavía queda trecho y las (y los) progres se han implicado para que así sea, y lo siguen haciendo en ese camino hacia las instituciones, en ese liderazgo todavía predominantemente masculino (y patriarcal). Cada cultura lleva su ritmo y no, la violencia no es nunca necesaria, mucho menos la violencia motivada por unos intereses económicos, energéticos y geoestratégicos que hipócritamente intenta (ese mismo Occidente) justificar como adalid de la libertad mientras destroza países enteros y sume en la destrucción, la miseria y la muerte (y el odio) a sus gentes.

Más cifras: «Podemos es la formación a la que más diputadas representarán esta nueva legislatura, un 49,28 por ciento». Una de ellas será, en este panorama incierto, Mae de la Concha, alma de Menorca en el Congreso: una esperanza para que lleguen lejos las voces de esta isla llena de posibilidades (sostenibles). Con una apuesta medioambiental, de transporte público accesible y de justicia independiente, entre otras puntas de lanza, y la coherencia personal con la que de la Concha ha encabezado esta cruzada junto a un equipo incansable, estoy segura de que la pizza llegará más que en su punto al foro. Así que no, las «liberadas occidentales» no solo no «agradecen el no tener que vivir sumisas a un hombre», sino que no le deben nada a nadie más que a ellas mismas y a todas las personas (varones incluidos), que creen en la igualdad y que luchan democráticamente para defender las libertades.