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Por fin cayeron del cielo unas cuantas gotas y mojaron los labios agrietados de la Menorca seca y sedienta. Como necesita nuestra isla el agua, beber para hidratarse, llenar pozos, pintar de verde el campo, y prepararse para los veranos calientes llenos de turistas. Cuando no llueve como toca, llegamos a los veranos agotados, sin energía, y se nos hacen largos y duros. Al principio aplaudíamos con entusiasmo un otoño tan suave, un invierno sin frio y un bañarnos en el mar en diciembre. Pero ahora ver calendario y ver temperaturas asusta un poco, a este paso nos vamos a quedar nosotros con un clima desértico y la gente de Estocolmo con uno mediterráneo. No mola nada que sigan subiendo las temperaturas y que las medusas reinen en nuestras aguas, mírenlo por donde quieran, queridos lectores, pero no mola nada ir en manga corta por nuestra Isla en febrero y que los paraguas echen polvo, nada de nada.

Mirando al cielo, esperando el agua de mayo y a que lleguen mejores tiempos, resignación ante la fatalidad de lo inevitable, actitudes que reflejan una postura ante la vida, ¿respetable?, bueno eso ya depende, pero poco enriquecedora para los que creen que intentar entender la sociedad en la que vivimos para a su vez intentar mejorarla es la primera obligación de cualquier ciudadano. Se debe ejercer la empatía para entender y respetar las diferentes posturas, pero a partir de ahí que cada cual asuma las consecuencias de sus actos.

Estar quietecito esperando que algo cambie es aburrido. Tampoco hablo de meterse en vena un curso de automotivación y salir corriendo al grito de ¡quiero cambios radicales!, ¡quiero que mi imaginación trabaje a toda máquina y tener esa idea genial que me saque del ostracismo social y me dé fama y dinero!, eso se lo dejamos a los miles de coaches que circulan por las redes sociales, y por los aulas de las escuelas de negocio, vendiendo la moto de que si quieres puedes, y todas esa zarandajas para hacer caja. Sin embargo algo hay que hacer, no podemos dejar pasar la vida como si fuera una gala de los premios Goya, tediosa y predecible.

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Si usted pasea por la ciudad de Detroit se puede encontrar con el mendigo más famoso de la ciudad, el bautizado como Mr. Credit Card. Al parecer Abe Hangenston, así se llama, desesperado por no encontrar trabajo, decidió transformar su mendicidad en algo diferente, yempezó a aceptar dinero a través de tarjetas de crédito, le bastó con la compra de un teléfono móvil y con descargarse una aplicación gratuita que admitía pagos con todo tipo de tarjetas. Lo hizo porque veía como mucha gente no le daba dinero con la escusa de que no tenia cambio y además a veces le robaban lo poco recaudado. Hay que ser miserable al nivel de cualquiera de los personajes de «Los odiosos ocho», la última de Tarantino, para robarle a un mendigo, incluso algunos descerebrados se dedican a quemarlos, queda confirmado que la degradación humana no tiene límite.

A lo que iba, que me despisto de lo importante más que Rajoy leyendo el «Marca», Abe Hangenston decidió cambiar algo en su jodida existencia, estaba cansado de esperar la lluvia que calmara la sed de sus labios agrietados y movió el culo, ahora está más cerca, gracias a la notoriedad alcanzada, de conseguir un trabajo y una vida digna. Los días de lluvia me invade la melancolía, pero creo que va muy bien, de vez en cuando, romper las inercias y bailar otra música por ver si algo mejora, como un paisaje después de una buena lluvia.

conderechoareplicamenorca@gmail.com