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Ahora se compra el silencio. Lo que antes era una actividad voluntaria o forzosa, irte a un monasterio -retirarte de la ebullición del día a día-, ahora se puede comprar el silencio de personas y niños. ¡Me preocupa mucho!. Hay hoteles donde está prohibida la entrada a los niños, y es para reflexionar porque si los niños son un calco de los padres y deben los adultos tener la responsabilidad de educarlos, cómo es que ellos tienen ese privilegio de ir a un hotel sin niños, y escaquearse de sus deberes.  Cómo van a enseñar a esos niños a comportarse en un hotel sin niños, ¡si les vetan!. Se oye el carraspeo de personas mayores, el ir y salir al baño, se ve la sonrisa conforme de que están en un sitio sin algarabía infantil. Esas mismas personas se van creando un mundo sin ruido, y deciden comprar asientos de tren de silencio, donde no se puede hablar, y a los niños se les prohíbe estar.

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Cómo será su vida, porque es un silencio impertinente cargado de odio en la mirada, lo pude comprobar estos días de viaje a Madrid, señora mayor aparentemente ricachona acompañada de su hijo soltero que le hace de marido, de acomodador, de enfermero,... tras una equivocación se asientos -en el coche de silencio- estuvieron luchando hasta conseguir su objetivo que saliéramos de ese vagón. Muy educadamente nos despendimos, y en silencio nos marchamos. Me enorgullecí de mi hija de 19 meses y de la labor de educación que le estamos dando mi pareja y yo, porque es un niña que a su corta edad sabe estar en los sitios.

Le vamos enseñando como hay que estar en los lugares públicos, pero lo hace fenomenal. Toda persona es libre de elegir su destino. Toda persona es libre de comprar el silencio, y hacer una sociedad más introspectiva que bucea con las nuevas tecnologías conectadas a unos auriculares, y no escuchar ni el viento que le toca la cara. Toda persona es libre de hacerse raramente insensible y no escuchar el llanto de un niño sirio que merece un trozo de tierra democrática. Me gusta recordar al pediatra Carlos González, precisamente este mes se cumple un año de su presencia en la Isla, «cuando sea viejo espero poder ir a algún centro cívico donde haya niños, y no ir a un centro de jubilados donde solo puedas jugar al dominó con otros viejos. Creo que es importante que las generaciones estén juntas y por desgracia nuestra sociedad tiende a separarlas».