TW

Definitivamente hay fuerzas ocultas y misteriosas contra las que no podemos luchar. Por más que nos empeñemos en combatirlas, por más que intentemos torcer su rumbo enfrentándonos valientemente a ellas, por más que supliquemos, recemos o nos encomendemos a espíritus varios, hay unas líneas tatuadas a fuego que no vamos a torcer ni de broma.

Y no me refiero a los renglones torcidos de dios. Como todos sabemos dios, el que dicen que es nuestro y el de todos los demás, es un tipo conservador, más bien de derechas, y porque no decirlo algo perezoso. Si le echamos un vistacito rápido a la historia veremos que los ricos y poderosos han sacado mas benéfico de sus rezos, que los más pobres o débiles, de ahí viene la frase, vivir como dios.

Ni me refiero a esa fuerza misteriosa que lleva a algunos conductores a ir detrás de tu coche pegado como una lapa, aún sabiendo que no te va a poder adelantar en ese momento. Son los cagaprisas, los nerviositos que ponen en riesgo la vida ajena. Si se dan una vuelta por la carretera que une Sant Lluís con Maó, aquí en nuestra Menorca, verán que este espécimen movido por una extraña fuerza intenta llegar antes a no se sabe donde en una Isla de 50 kilómetros, y utiliza el carril interior de las rotondas como vía para adelantar. Haciendo derrapes increíble que obliga a frenar al conductor sensato y a murmullar alguna palabra gruesa, que fina queda esta expresión, sobre el energúmeno que conduce con el petardo en el culo.

Tampoco apuntaba a esos insólitos impulsos que llevan a algunas personas a reverenciar una y otra vez a los caudillos que gestionan lo público robando a manos llenas, entiendo que los que se benefician del tinglado, porque viven de lujo, sigan apoyándoles para que nada cambie, pero es difícil de entender a aquellos que las pasan canutas pero siguen dándose cabezazos contra la misma pared, ojo, lo respeto, allá cada cual con su cráneo.

Noticias relacionadas

De lo que realmente quería hablar es de esa fuerza demoledora a la que llaman la herencia genética, la puñetera herencia genética, maldito Gregor Mendel y todos sus guisantes. La lió parda con sus genes dominantes, sus genes recesivos, los fenotipos y todo el tinglado que arrancó con él y nos dejó menos margen de maniobra que a Messi rodeado de defensores del Atlético de Madrid.

Porque si al nacer ya llevamos en nuestros interior la carga genética que dice de qué color serán nuestros ojos, que enfermedades tendremos, cuando mediremos, o si seremos deportistas de élite o no, que mas dará lo que nosotros hagamos. Y si ese determinismo genético nos conduce en piloto automático ¿por qué carajo vuelve una y otra vez el cansino tema de la operación bikini?

Si uno, o una, nacen con un cuerpo pera, manzana o melón, y la piel blanca como la leche, porqué tiene que sufrir ad infinitum castigándose con dietas, ejercicio, solárium, o incluso operaciones de estética, para combatir contra la toda poderosa genética, creo que es perder el tiempo y el dinero y solo genera frustración. Es como intentar que Bertín Osborne encabece un movimiento feminista, o que Belén Esteban invierta todo su dinero en clubes de lectura, completamente inútil.

Así que relajémonos, queridos lectores, y disfrutemos de la vida en el grado que sea posible, se lo dice alguien que heredó la miopía de su padre y la soriasis de su madre, y que se va a desayunar un bocata de sobrasada en cuanto acabe el artículo. Al fin y al cabo, gordo o delgado, nunca he estado atractivo en bikini.

conderechoareplicamenorca@gmail.com