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¿Qué haría usted si le dieran la oportunidad de volver a vivir desde el principio? La mayoría de la gente responde a esta pregunta diciendo que haría otra cosa, incluso gente que ha triunfado en la vida. Y es que no existe triunfo exento de trabajo, no existen grandes realizaciones sin grandes fracasos, aparte de que casi nadie está satisfecho consigo mismo, todos pensamos que a otro le ha ido mejor. Los éxitos de los demás parecen siempre mucho más fáciles que los propios. En la zarzuela Doña Francisquita, del maestro Amadeo Vives, Aurora la Beltrana canta a voz en cuello: «Es sabido que quien mucho desea cuando lo tiene, piensa ya en otra cosa que nunca viene». La obra está basada en la comedia «La discreta enamorada», de Lope de Vega, y el libreto es de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw. Se sitúa en Madrid a mediados del siglo XIX, durante el carnaval; se trata de una comedia romántica y Aurora la Beltrana es una tonadillera de mal genio, rival de doña Francisquita. La frase popular resulta reveladora; cuanto más deseamos, cuanto más alcanzamos, queremos más, y no podemos tenerlo todo. Tal vez por eso si a mí me preguntaran qué haría si me dieran la oportunidad de volver a empezar diría que lo mismo, haría lo mismo, con aciertos y equivocaciones, con logros y fracasos.

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Sin embargo, menuda ventaja sería poder conocer de antemano dónde nos vamos a equivocar y dónde vamos a acertar. Lo malo sería que nos dieran la oportunidad de volver a vivir sin recordar la vida anterior, que suele ser la teoría de quienes creen en la reencarnación. Pero si lo recordáramos, si supiéramos dónde vamos a fallar, nos ahorraríamos más de un disgusto. Pensándolo bien, creo que aun así volveríamos a repetir los errores. ¿Acaso no sabemos todos que un día no muy lejano vamos a morir, y sin embargo vivimos como si fuéramos eternos? Si fuéramos verdaderamente conscientes de la futilidad de la vida no avasallaríamos a nadie, no nos afanaríamos por un bien escaso que va a durarnos unos pocos años pasando por encima de nadie, y si me apuran no nos mataríamos los unos a los otros en guerras atroces por motivos tan intrascendentes como poseer un bien que en el mejor de los casos nos va a durar muy poco, si tenemos en cuenta la brevedad de la vida humana comparada con la longevidad del planeta en que nos albergamos. Pero volver a vivir con conocimiento de causa tendría sus ventajas: no evitaríamos los errores, pero nos los tomaríamos con verdadera calma.