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Primero fue Cala en Bosc, después las playas de Son Xoriguer y Sa Caleta, y también están amenazadas de un posible cierre Santandria y Cala Blanca. Enclaves turísticos de Ciutadella están en vilo desde el pasado domingo por una fuga de líquido oleoso  del cable eléctrico submarino, que fue seccionado al parecer por la negligencia de un navegante y el impacto del ancla de un velero.

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Una consecuencia más del tráfico que aumenta en verano, tanto en tierra como en el mar, y de actitudes irresponsables, ya que el fondeo se produjo en una zona prohibida según Medio Ambiente. Actitudes que probablemente queden impunes o se lleven una sanción que no resarcirá el fuerte impacto que ha tenido esta avería tanto en el turismo, con bañistas a los que el vertido les ha producido irritaciones y que desde luego han huido de la zona, y en los negocios. El percance nos hace recordar hasta qué punto es frágil nuestro litoral y por ende nuestro producto turístico, que por mucho que se diversifique -y es necesario hacerlo-, depende básicamente del clima y las playas.

Las calas son la joya de la corona, es lo que buscan quienes visitan Menorca, y ante el mínimo resto de contaminación nos quedamos con las tumbonas, los chiringuitos y los kayaks vacíos. Sin contar con el efecto que pueda tener la publicidad negativa que esos visitantes transmitan. No es difícil imaginar que pasaría ante el riesgo de exploraciones y perforaciones petrolíferas en el mar balear que es preciso descartar ya. La actuación de la empresa y de la Administración ha sido rápida, el vertido debe ser controlado cuanto antes. Aún así mucha gente ya no volverá a las playas afectadas, se lamentan quienes viven de la temporada. Y el que causó el accidente a por otra cosa, surcando los mares.