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El plato fuerte de un periplo por Borgoña es sin duda alguna el trayecto entre castillos y abadíase por los viñedos de la Côte d'Or, un auténtico mar verde en que el coche parece navegar plácidamente en un día luminoso y calmo, con estratégicas paradas en acogedores puertos bendecidos por los más deliciosos néctares que en su mayoría puedes degustar gratuitamente, siempre y cuando un viajero se sacrifique por los demás y se avenga a tomar el volante, como ocurrió en nuestro zigzagueo borgoñón. Dicen los entendidos que los grandes vinos salen de las laderas, mientras que la llanura produce caldos mediocres. Alguien intentó explicarnos el porqué, cosas del drenaje del agua en el terreno calcáreo, pero no me quedó demasiado claro en plena fase de exaltación de la amistad del anar de mosques.

Llegamos a la capital, Dijon, una elegante ciudad presidida por el imponente Palacio de los Duques de Borgoña, con su museo de Bellas Artes ( aunque si caes por allá en martes, como nosotros, lo encontrarás cerrado), y con un casco medieval cuyas calles están flanqueadas por edificios con entramados de madera y tejados de cerámica que albergan anticuarios y comercios de productos locales como su celebérrima mostaza, que puede degustarse in situ, por ejemplo en la famosa Moutarderie Fallot de la rue de la Chouette, muy cerca de su burbujeante mercado central donde exploramos las especialidades locales, con la omnipresencia de quesos y mostazas.

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Sede del Parlamento de Borgoña desde 1480, tres años después de su anexión a la Corona de Francia, después de la Revolución, Dijon, se convierte en la obra de arte del departamento, perdiendo en parte el influjo religioso que la había catapultado gracias a la acción de los abades en la cuna de la orden cisterciense. En Dijon tiene lugar nuestro único ágape con estrellas Michellin del viaje (Chez Stéphane Derbord en la plaza Wilson), donde, mientras las chicas van a los clásicos foies, los machos alfa se atreven con un original y excelente menú sorpresa a buen precio, desbordado, eso sí, por un inolvidable Côtes de Nuits Villages, del que nos levantamos contentos y ligeros de equipaje (lo que en pla llamamos un bon clau)

La Côte d'Or termina en Beaune, quizá la ciudad más bella de la Borgoña, aunque solo sea por esa maravilla arquitectónica que es el Hôtel-Dieu, otro símbolo de poder de los duques de Borgoña y uno de los edificios más singulares que puedan contemplarse. Este hospicio para pobres inaugurado en 1452 por un noble deseoso de expiar sus pecados, es una auténtica joya arquitectónica de lo que te apercibes nada más entrar a su amplio y cautivador patio desde donde observas la doble galería que sostiene un deslumbrante tejado polícromo. Impresionante su galería de los pobres donde se pueden ver los camastros restaurados a lo largo de sus más de cincuenta metros de largo, así como las salas de farmacia, las de cirugía con sus inquietantes utensilios y ¡cómo no! los aposentos para pacientes de alcurnia (de pago, diríamos hoy, y es que la desigualdad viene de lejos).

Pero Francia es el vino y Borgoña una de sus más importantes catedrales, donde peregrinan los fieles de todo el país en busca de buenos caldos a un precio asequible y te los encuentras en las diversas cooperativas que jalonan el camino entre viñedos, donde es un espectáculo verlos degustar un vino como si fueran a hacer gárgaras pero con la boca cerrada y los ojos en blanco. Aunque algunos pretendidos expertos te dan todo tipo de explicaciones sobre texturas, olores y sabores en un francés un tanto críptico, al final destilamos nuestras opiniones para dejarlas en un «me gusta, no me gusta tanto» muy adecuados tanto a nuestra escasa sapiencia enológica como a los tiempos cibernéticos que corren y que, por otra parte, nos permiten seguir la actualidad española y menorquina a pesar de la clamorosa falta de periódicos de nuestro país. Naturalmente, el accidente de las fiestas de Mahón ocupa buena parte de nuestras conversaciones y preocupaciones, confluentes en la necesidad de reformularlas con menos caballos, horarios más reducidos, y más seguridad. Este no es un concurso de a ver quién la tiene más larga ni de quien dura más…