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He oído ya muchas veces eso de: «Te haré una perdida y ya me tendrás». Sé que se refieren a hacer una llamada perdida y que lo que tendrá el propietario del teléfono móvil es el número del que realiza la llamada. Pero fíjense que si eso se lo decimos a una mujer tiene un doble sentido terrible. Te haré una perdida, es decir, voy a deshonrarte, y entonces ya me tendrás. Podría entenderse que me tendrás a tu antojo. Casi nada. Dejarse manipular por un bala perdida, caer en las redes de una de esas que saben más que Lepe, ser la marioneta, el juguete de una pobre muchacha a la que alguien se ha entretenido en hacer una perdida. Todo eso me remonta a los tiempos antediluvianos en que todo estaba prohibido, todo menos prohibir, y nadie se escandalizaba lo más mínimo ante el machismo y la sumisión de la mujer. La mujer la pata quebrada y en casa, decía el refranero. La mujer debía dedicarse a sus labores, o a las labores propias de su sexo, y a nadie extrañaba que hubiera labores de un sexo o de otro. Las chicas aprendían a hacer ganchillo, encaje de bolillos, a bordar, a cocinar, a fregar los suelos y tenían que llegar vírgenes al matrimonio. Dios me libre si alguien les hubiera dicho te haré una perdida y luego ya me tendrás. Sería como decir me tendrás agarrado por donde más duele, o por do más pecado había, como don Rodrigo en el Romance de don Rodrigo, cuando las huestes de don Rodrigo desmayaban y huían en la octava batalla cuando sus enemigos vencían… Ya me come, ya me come, por do más pecado había. Entonces se decía de alguna recién casada que la habían devuelto (l'han tornada), y era un verdadero escándalo. La devolvían porque ya estaba usada, es como decir que era de segunda mano. Por cierto que nadie devolvió jamás a ningún recién casado por estar usado, porque en ese caso el hombre tenía la experiencia que hay que tener y era un hombre de mundo. Una chica no podía dejarse manosear, ni siquiera solazarse en compañía de los hombres, porque entonces li posaven un capellet (le ponían un sombrerito), es decir, que las lenguas de doble filo ponían a aquella muchacha en entredicho y ja tenia prou pa tallat (tenía suficiente pan cortado, o un buen hueso que roer), es decir, ya podía despedirse de encontrar un buen partido, casi podía despedirse de casarse y podía quedar para vestir santos. Hoy las cosas han cambiado tanto que incluso una amiga puede decirle a otra te haré una perdida como si tal cosa, y luego ya me tendrás para siempre.