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Y era lo normal, tener deberes después del 'cole' y hacer alguna clase extraescolar para completar lo que era insuficiente en el aula. Y aún había tiempo para jugar un poco, ver la tele antes de cenar y acostarse. Ahora las familias se quejan del exceso de trabajo de sus hijos cuando llegan de la escuela, y es cierto que algunas mochilas pesan como si llevaran la historia y las matemáticas en lingotes de plomo.

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Hasta los espabilados chicos suecos de los muebles han aprovechado el debate social para hacer un anuncio, 'cenología' lo llaman, están a la que salta para vender, ellos sí que hacen sus deberes. Habrá excepciones, pero no creo que ningún profesor deliberadamente ponga tarea a sus alumnos para que pasen la tarde en régimen de esclavitud con la nariz entre los libros. Imagino que dependerá del rendimiento de cada uno en clase, de lo que hace y le queda por hacer, de sus capacidades. O habrá quien pase tres horas de reloj con el cuaderno delante y la pantalla del ordenador con el chat y el juego abiertos y claro, el tiempo rinde menos. Todos hemos sido estudiantes, es fácil distraerse y las tentaciones hoy día son más.

Ahora muchas extraescolares no son solo para complementar conocimientos sino que son la manera de que el niño se acople a nuestra jornada laboral. En ese caso habrá que revisar nuestras jornadas y la conciliación familiar, otro debate, y no culpar al colegio. Nadie consigue nada sin un mínimo esfuerzo, ni una carrera, ni un trabajo, ni destacar en un deporte o en un instrumento o en cualquier disciplina, el único requisito es hacerlo con gusto, o con el máximo que se pueda alcanzar si es que la vida no te da otra carta. Una cosa es no machacar a los chavales con deberes y otra distinta decirles que pueden cambiar un problema de física por tumbarse en el sofá.