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El otro día me llamó Ramona. Ella vive en Barcelona, en el barrio de Poblenou, y veranea en Menorca desde hace media vida. Descubrió la isla en un loco viaje cuando estudiaba Turismo en la Universidad, y ahora, cuando ya pasa de largo el medio siglo de vida, sigue fiel a su cita anual con nosotros, y a su apartamento de alquiler con vistas a Cales Fonts.

Cuando llama Ramona ya sé que la oreja acabará roja, no es mujer de pocas palabras. La quiero con todo, siento por ella ese afecto puro y desinteresado al que llaman amistad. Su locuacidad no tiene frontera alguna, sobre todo por teléfono. En persona, y copa de vino de por medio, se relaja y surge un hablar más pausado, menos atropellado. Pero por telefono, queridos lectores, Ramona puede agotar la bateria más resistente de cualquier móvil.

Cabezas, cabezón. No podia más, tenia que hablar contigo -me recliné en el sofà y me dispuse a escuchar a mi amiga. El otro día estaba en la puera de la catedral esperando un grupo de veinte turistes que venía de Albacete para una visita guiada- Ramona lleva más de veintinco años enseñando su Barcelona a los turistas. Estaba esperando con un matrimonio muy mayor de Albacete y sus dos hijas que ya pasaban los cuarenta- Ramona siempre calcula la edad de todo el mundo. Como los murcianos se retrasaban, empecé a darles a ellos la típica charla sobre el origen de la ciudad. Cuando llevaba un rato en piloto automático soltando mi rollo, el hombre mayor de cara afable levantó la mano y con mucha educación me pregunto: ¿usted ha leido a Boccaccio?. Me dejó muerta Cabezas, cabezón, muerta.

El hombre me hizo unes cuantas reflexiones sobre los textos de Boccaccio y me reomendó que al menos me leyerá El Decamerón. Me habló del amor, de la fortuna y mira, me hizo la mañana agradable, porque los veinte de Murcia se habían parado en un bar a comer pa amb tomàquet y no llegaron nunca. Nada más acabar la visita me fui a comprar el librito de Boccaccio.

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¿Y para esto me llamas Ramona?. Sabía la respuesta, sus llamadas siempre seguían el mismo esquema, saludo efusivo, anècdota contada con grandilocuencia y depués va al grano, al auténtico motivo de la llamada.

Echo de menos Menorca, Cabezas, cabezón. Y no te hablo de sus playas, su aire o su luz. Es que estoy desbordada amigo. No sé si es la lo de peste bubónica de la Florencia de Boccacio o sencillamente el otoño, però estoy muy blandita. Ya sabes que me importa una mierda tamaño campo de futbol que gane el mal menor o mayor en los EEUU. Y hasta llevo con rabia contenida el asco que les tengo a las eléctricas y su enésima subida. Cabezas, cabezón, mi Barcelona està llena de mendigos. Cada vez hay más personas pidiendo por la calle. El otro día caminando desde el barrio de Gràcia hasta la Sagrada Família conté treinta y dos mendigos. ¡Maldito TOC que me obliga ha contarlo todo! Sé que hasta en el paraiso hay pobres, y sé que la vergüenza en ocasiones es más fuerte que el hambre, llamame egoista si quieres però mis ojos tienen que descansar de ver, para que mi corazón deje un poco de sufrir, y en Menorca,no veo gente pidiendo por la calle...

Claro que te entiendo amiga. Vente unos días Ramona. Pero no para esconder la cabeza como los avestruces. Si no para compartir amistad, vino y paseos que nos sirvan de balsamo a unes heridas en igualdad que, visto el rumbo que toma todo, cada vez serán más profundas y lacerantes. Menorca en vena. Vente el jueves Ramona, así serà un día más feliz.

conderechoareplicamenorca@gmail.com