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SÁBADO, 25
Extiendo en mi escritorio vintage (lo usaba mi abuelo en Quicus de sa farinera La Minerva) la panoplia de temas que podría (¿debería?) incluir en mi dietario de fin de semana y me invade el desconcierto: Urdangarín, Torres, fiscales de la Púnica sospechosamente relevados, el 3 por ciento de Cataluña, las tarjetas black, todo ello asperjado por la dosis habitual de desafueros trumpianos. Ahí es nada el rearme nuclear y la censura a la prensa, todo un torpedo a la línea de flotación de la democracia. ¿Qué más aberraciones llegaremos a ver al albur del América first?

Se me hace difícil cuestionar las decisiones judiciales, me condiciona mucho el tener un familiar directo exmagistrado honesto y diligente. A través de él he conocido a jueces magníficos (¿cómo olvidar al impecable Guillermo Vidal Andreu o al brillante juez de la Audiencia Nacional Clemente Auger, al mallorquín menorquinizado Tomeu Mesquida y a tantos otros?) y por eso tiendo a atemperar y matizar las críticas. De hecho, las sentencias del caso Noós parecen razonables si exceptuamos el inconcebible permiso al exduque para que resida en Ginebra, decisión que sí genera alarma social. Veremos también en qué quedan las sentencias nada blandas a Blesa y Rato…

DOMINGO, 26
Leía estos días en «El Mundo» una soberbia entrevista a Juan Luis Cebrián en la que el exdirector de «El País» y actual presidente del mismo diario y la empresa Prisa reconocía que el emblemático periódico que dirigía se plegó a las presiones y dejó de informar sobre el caso de Banca Catalana en un episodio que el propio Cebrián califica de bochornoso para su biografía y para el periodismo. Me pregunto cuántos silencios interesados nos están escamoteando informaciones sensibles sobre la trama Gürtel, el 3 por ciento catalán, los sobresueldos de Génova, los ERE andaluces, la intimidación de fiscales…

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MARTES, 28
Tambores de guerra en el show diario del presidente norteamericano. Aumenta brutalmente los presupuestos de Defensa «para empezar a ganar guerras como antes». Para abrir boca declara el comienzo de las hostilidades con los medios de comunicación, baluarte tradicional de la democracia americana, convicción muy consolidada en su alma política. Y es que el viejo partido republicano, como los partidos liberal conservadores europeos, tan respetables como imprescindibles (todos nos vamos haciendo conservadores a partir de los cuarenta), poco tienen que ver con el anarquismo de derechas incubado por el tea party en los albores de la época Obama y bendecido ahora por los votos en las últimas elecciones norteamericanas.

Se trata de un fundamentalismo neoliberal que lleva hasta el paroxismo la vieja idea republicana del Estado mínimo, abogando por la voladura escasamente controlada de cualquier tipo de regulación que «pueda entorpecer la razón de empresa», sea medioambiental, financiera o de control de armas, música a la que le ha puesto letra un emprendedor autoritario y narcisista que ha entrado en la política como una elefante en una cacharrería. Es una canción pegadiza que se titula «Sin complejos» y que aquí han tarareado con porfía los fans en diversas versiones, sea contra las leyes regulatorias del tabaco, las del alcohol y tráfico, las de los horarios de las grandes superficies (¿Quién me va a decir a mí a qué horas puedo o no puedo comprar, o las copas que puedo o no tomar antes de conducir?), las lingüísticas (¡ay aquel grotesco Lapao por no llamar catalán al idioma catalán!), y sobre todo las de protección medioambiental basadas en datos científicos que desprecian olímpicamente… No es casualidad que la bestia negra de los fundamentalistas neoliberales de aquí sea el PTI, su particular obamacare.

No son las políticas liberal-conservadoras las que dan miedo, ni las de la izquierda socialdemócrata, capaces por otra parte de entenderse a lo largo de la historia de las democracias, sino las neo identitarias / patrioteras de los Trump, Le Pen, Wilders, Orban, las excrecencias libertarias de la derecha extrema o, en menor grado (no tienen la menor oportunidad en Europa), las derivadas bolivarianas de la izquierda falsamente progre. Abrochémonos los cinturones porque el panorama no pinta nada bien.

MIÉRCOLES, 1
Henchido de patriotismo balear me sumo a la fiebre excursionista del día y enfilo la carretera de Fornells para contemplar las riadas de peregrinos que, mochila al hombro, inician algún recorrido por territorios agrestes. Tras meditar profundamente en la identidad interinsular y sopesar pros y contras nos decidimos por la excursión burguesa de aperitivo y comida para continuar la reflexión sobre el ser balear sin extenuaciones impropias de la edad. Todo transcurre a pedir de boca, sobre todo la contagiosa paz fornellera y el siempre agradable encuentro con Ponç Pons, con quien rematamos nuestra identidad… blaugrana.