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Espero, queridos lectores, que estén bien de ánimos. Parece que este mayo que pasó, además de ser caluroso nivel no sé si seco agua o sudor después de la ducha, ha golpeado duramente la energía de muchas personas, trayendo una astenia primaveral que aplatanaba el cuerpo y no te sacabas de encima ni con una sobredosis de Ginseg rojo y jalea real.

Al igual que los faros ayudan a los barcos a encontrar rumbo y no destrozarse contra las rocas, los modelos de comportamiento ayudan a las personas a trazarse un camino para salir de situaciones enrevesadas, toma parrafito cursi que me he marcado, con perdón. Pero todos los modelos de comportamiento se van cayendo uno tras otro como un castillo de naipes.

Cada vez que una nueva institución, o persona, en la que la sociedad confiaba se derrumba por su mal comportamiento, egoísta o corrupto, inútil o soberbio, se nos queda la misma cara que a Mila Ximénez, esa señora que trabaja en la cadena de programas de vísceras, y que ha terminado, ella sola, con toda la reserva de bótox de Occidente. Parece que algunos cuando se encuentra mal por dentro, creen que la solución es cambiarse por fuera hasta parecer otra persona, o cosa, y se olvidan de que el corazón y el cerebro siguen siendo los mismos.

Todas las encuestas que se publican demuestran que la sociedad ya no cree en los partidos políticos, me pregunto por qué será. Tampoco confían las personas en la justicia, tuiteros condenados, corruptos en la calle, todo dicho. Ni en los sindicatos, cuyas cúpulas se han comportado como los cerditos de «Rebelión en la granja», de George Orwell. Ni en la corona, y eso que el rey es elegido por la gracia de dios, y dios no se equivoca. Claro que es difícil saber que dios tiene razón cuando cada uno mata en nombre del suyo.

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Dada la desafección y la desconfianza que tenemos ante las instituciones patrias, les tengo que confesar que me puse a mirar al Norte, ¿a la playa de Cavalleria?, no, más al norte todavía. Me refiero a la de veces que hemos citado a los países nórdicos como ejemplos a seguir. Más allá de que hace un frío que pela, pensamos que los suecos, daneses, finlandeses, noruegos, islandeses, eran mucho más felices que nosotros porque nos daban lecciones en educación, igualdad, ecologismo, y un etcétera más largo que el territorio de Groenlandia.

Pues nada, otro referente que se nos va ha hacer puñetas. Parece ser que los suecos están más solos que la una, que 1,7 millones de suecos viven solos en sus casas y que 1 de cada 4 muere sin que nadie vaya a visitarle, toma ya. Los islandeses, por su lado, se inflan a antidepresivos. No saben si es por un problema con la luz, o con el aislamiento pero toman porcentualmente el doble de antidepresivos que nosotros, alrededor de 11,8 por ciento de su población los consume habitualmente. Los finlandeses se cogen unas cogorzas tamaño elefantiásico. Hace apenas una década era la primera causa de muerte en el país. Se bebían la hidromiel en garrafas de cinco litros. Todos ellos tienen una tasa de suicidio muy alta. Supongo que todo lo anterior les lleva a la desesperación y a marcharse por la vía rápida.

Así que ya ven, huérfanos de referentes a los que seguir, nos quedamos con nuestra cultura mediterránea y con las cañitas en las terrazas, con tapa a poder ser, sin dudarlo un nanosegundo. Salir de casa y compartir lúpulo con familia y amigos nos libra de mucho mal. A los hechos me remito, nórdico que puede se jubila en nuestras costas. Feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com