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Mamá coneja. En parte se lo debemos a la escritora y fabulista de literatura infantil Beatrix Potter (1866-1943). Se hizo famosa por su libro «El conejo Perico». Seguramente lo habrán leído alguna vez, o habrá visto la ilustración de un conejo vestido de persona en alguna de las estanterías de una biblioteca pública y no saber hasta hoy que era de la señora Potter. Su vida controlada por sus padres, como la mayoría en aquella época de un Londres victoriano, hizo que su imaginación se disparara y creara un mundo animal -vestidos y con razonamiento humano- donde ella era feliz. Supe de esta mujer gracias a una película, «Miss Potter» (2006), basada en su biografía, interpretada por Renée Zellweger. Leer sobre ella te enamora, debió de tener un carácter tan agradable. No me extraña que fueran un éxito sus libros en aquella época tan clasista, donde los niños tenían pocos derechos sobre todo los de las clases sociales más bajas. Seguro que ayudó a más de una niña o niño a ser un poquito feliz, y libre. Pues sí, a veces me considero mamá coneja con sus conejitos, sobre todo cuando estoy en casa, en mi madriguera. Y me río porque a veces me ayuda a imaginármelo más el llavero que tengo, un pompón gris suave, que parece la colita de un conejo. Según mi estado de ánimo hace que mi imaginación se transforme kafkianamente en un animal salvaje. Cuando estoy cansada y me tumbo en el sofá solo me falta mover la cola larga de leona en la sabana, con sus leoncitos subiendo y bajando de mi cuerpo. Intentando dormir la siesta y ellos ríen mientras me hunden y clavan sus pies entre mis costillas y mi estómago. Otras me convierto en oso pardo, levanto mis largos brazos para decirles ¡stop! cuando no paran de buscar miel por toda la casa, dejando un rastro de desorden. Otras soy una pantera negra de ojos verdes, intentando salir sigilosamente de la habitación donde duermen para no despertarlos. Otras soy una pata con mis patitos cuando estamos cerca del agua sea la playa o la piscina. Allá donde voy vienen ellos. Haciendo una consecuencia de ondas en busca de mis alas. Otras soy una zarigüeya cuando vamos al parque, me los encaramo entre mis brazos, y se descuelgan cual monos, porque de repente me convierto en chimpancé y se van de columpio en columpio. Otras soy una felina lince ibérica, les abro la boca grande y les muestro los dientes cuando me desesperan por cansancio, sobre todo en el baño y las cenas. Es un pulso a ver quién de los tres está más cansado del día. ¿Qué animal es usted cuándo está con sus hijos? Despierte su imaginación, y ríase consigo misma, mismo. Coméntelo en sobremesa. Será un bonito tema de conversación. Y la metáfora perfecta para ser entendible a su público pequeño y no tan pequeño.

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@sernariadna