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No pensemos en el tiempo perdido, ni tampoco en el deterioro que ha provocado el paso implacable de más de diez años desde que la vieja Residencia Sanitaria Verge del Toro cerró sus puertas tras la inauguración del Hospital Mateu Orfila. Tampoco en el coste invertido ya en los estudios que han determinado, en esencia, el estado de conservación de la estructura para soportar la reforma, ni del gravamen económico que ahora tendrá esa adecuación, evitable de haber intervenido antes.

Consideremos que la crisis económica ha jugado un papel determinante en la inacción sobre este edificio de planta singular y ubicación estratégica en Maó, que forma parte del skyline de la ciudad a vista de puerto.

Los sucesivos gobiernos han elucubrado en torno al vetusto hospital sin saber exactamente qué hacer con él. Incluso el PP propuso transferirlo a la Seguridad Social, al contrario de lo que sucedió con Son Dureta, en Palma, cuyo uso futuro e intervenciones necesarias quedaron determinadas a poco de su cierre con dotación presupuestaria casi inmediata.

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Ahora, cuanto menos, se sabe que la vieja Residencia seguirá resultando útil para la sociedad menorquina aunque sea a varios años vista porque no hay plazos definidos y las obras no serán visibles hasta 2019. Hay presupuesto para la rehabilitacion de fachada, cubiertas y estructura, y lo hay para introducir mejoras en el Centre de Salut anexo al edificio del que desaparecerá la pasarela que los conectaba.

La clase política ya se ha hecho la foto en la calle Barcelona donde se levanta el edificio y eso no deja de ser un compromiso tácito para tirar adelante con una reforma que no debería haberse postergado tantos años.

Falta definir cuáles serán sus usos, directamente relacionados con la dotación y el proyecto interior. En todo caso, la solución está en marcha y esa es una excelente noticia para acabar el año.